Con una serie de argumentos sin base científica, el sindicato AMP volvió a insistir ayer con un rechazo al retorno de los estudiantes de La Rioja a las aulas, al menos por ahora. En EL FEDERAL repasamos en este artículo qué dicen las investigaciones realizadas hasta el momento sobre el tema.
“Seguimos insistiendo en suspender la presencialidad por 30 días hasta que la vacuna empiece a hacer efecto. La burbuja no funciona en el caso de los docentes que tienen trabajos en varios colegios“, afirmó ayer Rogelio De Leonardi en una entrevista con La Red en la que no aportó datos científicos que sustenten sus dichos.
¿Pero qué se sabe hasta el momento sobre presencialidad en las aulas y contagios? El 10 de diciembre del año pasado, cuando todavía no habían comenzado en el mundo las campañas masivas de vacunación, UNICEF publicó un documento más que interesante en el que repasó todos los estudios científicos que se hicieron sobre el tema. ¿La conclusión? “La educación presencial no parece ser el principal promotor de los incrementos de la infección, los estudiantes no parecen estar expuestos a mayores riesgos de infección en comparación con el hecho de no asistir a la escuela cuando se aplican medidas de mitigación, y el personal escolar tampoco parece estar expuesto a mayores riesgos”.
Más allá de que el documento de UNICEF reconoció sus propias limitaciones, incluye algunos estudios que merecen la pena ser destacados. El primero es una investigación realizada a partir de datos recolectados entre febrero y septiembre del año pasado en 191 países, cuyos resultados no mostraron ningún tipo de relación entre la situación en las escuelas y el cuadro epidemiológico.
En la misma línea, un trabajo el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), que revisó las estadísticas de 32 países europeos, concluyó que “la reapertura de las escuelas no se ha asociado con aumentos significativosde la transmisión en la comunidad” y que los contagios entre estudiantes son poco comunes y no son la principal causa de infección en niños.
El documento de UNICEF incluye estudios de trazabilidad de contagios en Australia, Finlandia, Francia, Irlanda y Singapur, que encontraron muy poca o ninguna evidencia de transmisión secundaria por parte de estudiantes infectados en el entorno escolar. Hay revisiones de datos en Inglaterra y Gales que van en la misma línea.
Cabe aclarar que no todo es color de rosa. Hay un par de estudios citados por UNICEF que matizan estos resultados. Uno de ellos mostró un ligero aumento en las tasas de infección entre niños, sobre todo de 12 a 18 años. También se hizo un análisis en la India que, sin llegar a conclusiones tajantes, concluyó que la presencialidad puede aumentar los contagios.
Y además, hubo un caso famoso de un brote en una escuela de Israel, pero allí no se aplicaron medidas de mitigación. Quizás ahí esté parte de la clave de este debate: en las medidas de prevención que las autoridades vienen repitiendo hasta el cansancio.
Con relación a los trabajadores de las escuelas, el trabajo de UNICEF concluye que “existe poca evidencia sobre el hecho que el personal de las escuelas tienen un mayor riesgo de ser infectados cuando están en la escuela en relación con la población adulta en general”. Al respecto, una las investigaciones que cita es un estudio realizado sobre 57.000 cuidadores de guarderías de los Estados Unidos, que concluyó que “no hay un mayor riesgo de infección”. Es el mismo resultado de otros análisis realizados sobre estadísticas de Inglaterra y de Nueva Gales del Sur.
Lo que se sabe de Argentina
El temor de las autoridades argentinas de cara a una segunda ola se ha manifestado en los últimos días en las medidas que se están tomando y analizando. Buena parte de las miradas apuntan a la llamada “cepa de Manaos”, entre otras cepas que amenazan a la “nueva normalidad”.
El caso de Brasil es decididamente preocupante. En lo que va del año, en el corazón del Amazonas murieron por coronavirus tantas personas como a lo largo de todo el 2020. El dato es alarmante, pero también hay miradas puestas en Uruguay, que por tres días consecutivos superó los mil contagios, evalúa dar marcha atrás con la presencialidad y otras medidas, y detectó una cepa distinta a las de Brasil, Sudáfrica y el Reino Unido.
Por otra parte, sobre lo que ocurrió hasta ahora con la presencialidad en Argentina hay poca información, porque el retorno a las aulas es incipiente. Sí se sabe que en la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, sobre un total de 45.056 burbujas, tras la primera semana sólo se detectaron casos en el 0,1% del total, es decir, en 43 burbujas, y se aislaron otras 45 por casos sospechosos.
Un panorama similar ocurrió en Tucumán, donde en la primera semana se aislaron 14 burbujas, pero ninguna por contagios de alumnos.
Ante ello, las afirmaciones de De Leonardi parecen demasiado apresuradas, sobre todo cuando apenas pasaron dos días de presencialidad en La Rioja. Si, como dijo, “se están detectando casos en niños y docentes”, debería ser más preciso ante la posibilidad de que sus dichos generen pánico entre estudiantes, padres y docentes. No se puede ser irresponsable ante una discusión tan medular como el tipo de educación que recibirán los niños, tras un año de encierro en sus casas. AMP dio la discusión desde el primer día sin aportar datos científicos.
El caso de España
En Europa no hubo medidas homogéneas sobre el tema, aunque a lo largo de 2020 los niños volvieron paulatinamente a las aulas. A partir de la situación en cada país se fueron tomando distintos caminos. Algunos dieron marcha atrás ante panoramas críticos y otros retrasaron el retorno a clases presenciales tras las vacaciones de verano. Pero la norma, en general, fue priorizar la presencialidad, con algunos matices.
Un caso del que siempre se suele hablar es el de España, donde en las últimas semanas se volvió a debatir qué hacer. En octubre, cuando empezaban a aumentar los contagios, se detectó que apenas el 1,68% de las burbujas escolares había tenido que ser aislada. Aun así, se supo que el 12% de los brotes se habían generado en establecimientos educativos.
El debate se volvió a instalar de cara a la tercera ola y a muchas limitaciones que se tomaron en el resto de Europa, pero España atravesó la segunda ola con alumnos en las aulas. En un reciente artículo publicado en el diario El País, se repasan los posibles motivos sobre la falta de grandes brotes en las escuelas. El primero es que los niños transmiten menos el virus que los adultos.
Al respecto, un estudio en Cataluña arrojó que en el 87% de los casos detectados en las escuelas los contagiados no generaron un segundo caso. A su vez, en la plataforma Kids Corona siguieron a 2 mil niños durante el verano y concluyeron que transmiten seis veces menos el virus que los adultos.
Eso, sin embargo, no explica la ausencia de brotes. Porque los niños contagian menos, pero contagian. De aquí el segundo motivo, que tiene que ver con la correcta aplicación de protocolos en las escuelas, un factor clave.
No obstante, también están los que aseguran que la alta probabilidad de que los niños sean asintomáticos, como planteó un estudio publicado en The British Medical Journal, ha hecho que no se contabilicen todos los casos, y que todo lo dicho hasta aquí no es verdad.
Lo cierto es que hay una incipiente base científica para instalar el debate basado en datos. Sobre eso se debería estar discutiendo en La Rioja. No es momento para hacer miserables especulaciones políticas y, menos, afirmaciones sin sustento fáctico. Lo que está en juego es algo demasiado sagrado para una sociedad como para tomarlo de manera tan liviana.