El editorial de Pablo Rossi en La Nación Más advierte sobre la propagación del germen castrochavista en distintos puntos del país y el riesgo latente de una perpetuación de la deriva autoritaria.
¿Las milicias rojas se extienden por nuestro país? ¿El rojo como símbolo del comunismo? ¿Del castrochavismo? ¿Es exagerado plantear que hay laboratorios autoritarios y castrochavistas evolucionan hoy en la Argentina? ¿Es propio de medios hipercríticos del Gobierno? ¿Es una hipérbole o es una realidad tangible?
Por estos días, se vieron ejemplos bien claros de un adoctrinamiento autoritario en La Rioja, con el gobernador Quintela, y Chaco, con Emerenciano Sena, el Milagro Sala chaqueño que ha montado un Estado paralelo con fondos públicos y ha privatizado un sector de la militancia.
Sena ha construido barrio, escuela y Jorge Capitanich hasta le hizo una pileta olímpica. Maneja guardia privada propia. Él adoctrina a los jóvenes. Dice que el trabajo infantil es una mentira y que deben trabajar de chiquitos. Y permea en el color rojo la militancia y el agradecimiento. Se canta la canción del Che Guevara y al lado de la bandera argentina y la bandera de los pueblos originarios y la diversidad, las de Cuba y Venezuela.
Me dirán que son liderazgos estrafalarios y de cabotaje. Pero están ahí y se nutren del discurso kirchnerista. Mientras tanto, el gobierno nacional no solo cuida al dictador Maduro y a la Venezuela chavista sino que apaña a otro dictador: Daniel Ortega. Lo cuida y juega a la neutralidad en un juego inverosímil protagonizado por un canciller que ha perdido hasta el sentido de las palabras.
Nuestro canciller dice que la Argentina “no vota en patota”. Por eso no vota ni en la ONU ni con la OEA, con 59 o 26 países que están denunciando ante el mundo la violación de los derechos humanos en Venezuela y en Nicaragua. De pronto, los adalides de los derechos humanos nos dicen que no hay que intervenir en los derechos humanos de los otros. Se acabaron los derechos humanos universales. Tienen etiqueta.
El virus autoritario está en la Argentina. No hay vacuna y tiene mutaciones como las que se ven en La Rioja o Chaco. Esas serían las variantes más agresivas. No sé si las que más contagian. Por ahora, la pregunta clave que tenemos que hacernos es: ¿hay anticuerpos? Si. ¿Son suficientes? No lo sé.
¿Sabe cuál es la prueba de anticuerpos que tiene la Argentina por delante? La próxima elección. Ahí se sabrá. No lo digo yo. 30 intelectuales y artistas han elaborado una carta pública en ese sentido. Desde Juan José Sebreli y Santiago Kovadloff hasta Beatriz Sarlo. No piensan ideológicamente igual pero están percibiendo que las pequeñas o grandes diferencias ideológicas hoy están en un segundo plano porque lo que está en juego es el “neogolpismo kirchnerista”.
Dicen los intelectuales: “Las próximas elecciones tienen una importancia trascendental; si el kirchnerismo suma nuevas bancas, vaciará hasta la última gota de democracia”. Y también plantean que los autoritarismos ya no responden a golpes militares como en el pasado.
Esto fue un plan de Fidel Castro, confesado a la neurocirujana Hilda Molina que tuvo que huir de Cuba y vive hace 12 años en la Argentina. “Antes los autoritarismos se levantaban en armas y gobernaban con los fusiles. Ahora, llegan con el voto popular y usan el poder para corroer el sistema desde adentro hasta convertirse en autócratas”, firman los pensadores en su misiva pública.
Corroer a la democracia por dentro es montar estos laboratorios autoritarios y adoctrinar a los chicos. Por eso, el lado republicano de la vida debe tener sus debates internos, establecer las prioridades y definir quiénes son los mejores para representar a una sociedad con miedo no solo al virus del Covid que mata sino al virus autoritario que regresa y que ahora tiene nuevos bastoneros.
La Argentina está extraviada del mundo, fuera del radar económico. Defaulteamos nuestra deuda diez veces. Se nos compara en el continente con Trinidad y Tobago y Jamaica. Ni con Brasil ni con Colombia ni con Perú. Ni con los países que en otro momento miraban a la Argentina con la envidia de nuestra riqueza territorial y humana.
¿Nos damos cuenta de hasta dónde hemos caído? Cuidado, porque si no hay una reacción de anticuerpos en la próxima elección, la deriva autoritaria puede no tener fin. La Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro parece no tener fin. La Cuba castrista continúa aún sin los Castro.
¿La democracia liberal, la propiedad privada y la Constitución nacional tienen defensores con músculo y estrategas para decirles a nuestros niños que fue por ese camino por el que nuestros padres fundadores nos trajeron hasta acá?
El coronavirus nos acicatea. Pero si no pensamos a largo plazo ni atajamos a tiempo el virus autoritario contagioso y estas variantes peligrosas y autóctonas, tal vez terminen por enfermar a todo el organismo.
* Editorial de Pablo Rossi por La Nación Más