Es el recuerdo más lindo que Oscar Rodríguez (52) guarda de su nieta Zoe (4): ella llega a la plaza de la mano de la hermana de su mamá, lo ve a él y a una de sus tías y corre hasta abrazarlos. “Jugamos a la luchita. Siempre jugábamos a lo mismo, y me decía ‘viejo sucio‘ y se moría de risa. Estaba bien linda, con carita de contenta”, recuerda el abuelo, que siempre se sintió su papá.
La secuencia ocurrió en septiembre de 2021, en la ciudad de La Rioja. Y hoy, casi ocho meses después, Oscar se lamenta de no haber hecho lo que se le ocurrió en algún momento de la tarde.
“Yo me la tendría que haber llevado conmigo. Debería haberme escapado con ella y mi hija. O, no sé, haber parado a un policía y decirle que no podía ser que no supiéramos la dirección donde vivía nuestra nieta”, se lamenta.
Es que el 14 de noviembre de 2021, mientras preparaba el asado para festejar el cumpleaños de otro nieto, Oscar recibió la peor noticia de su vida: Zoe estaba calcinada. La habían asesinado y quemado junto a una moto, en el patio de la casa de su mamá.
Por el crimen están detenidos la mujer, Gimena Córdoba (22), y Andrés Bustamante (70), su pareja. Se los acusa de “homicidio agravado criminis causa“. Según declaró a los medios locales la abogada del hombre, él “no es pastor, es predicador y tenía un templo donde se daba de comer a familias”.
“La carátula se debe a que la prendieron fuego para tapar su muerte. Declararon que se quemó, que no la mataron“, cuenta Javier Ferreira, abogado de Oscar y de Kevin Rodríguez (23), papá de Zoe. El primero trabaja como empleado público y Kevin es beneficiario de un plan del municipio, por el que trabaja en obras de construcción. En sus ratos libres hace changas, o limpia vidrios en las esquinas.
Ambos viven en Chilecito, una ciudad ubicada a 200 kilómetros de la capital riojana, y llegaron a Buenos Aires para difundir el caso, para que tome repercusión nacional.
Más que nada desde, según denuncian, la inacción de los funcionarios Nelly Saguas (la secretaria de la Mujer, Género, Familia e Igualdad de la Municipalidad de Chilecito), Juan Martín Pueyrredón (asesor de menores de Chilecito) y Carolina Idoria (presidenta del Consejo de Niñez, Adolescencia y Familia).
“Si hubiesen hecho el ‘seguimiento’ que me prometieron, nos habrían otorgado la tenencia de Zoe y hoy estaría viva”, dice su abuelo. Su abogado acota: “No hicieron estudios socio ambientales en la casa de Córdoba, ni actuaron con criterio. Hay una responsabilidad. No se hicieron pericias psicológicas ni se tomaron medidas precautorias. ¿Para qué están los trabajadores sociales y el equipo de psicólogos? Serán denunciados por mal desempeño de funcionarios públicos”.
La historia familiar
Kevin y Jimena se conocieron en 2015. Rápidamente ella se mudó a la casa de Kevin, en la que también vivían Oscar, su mujer y varios familiares más. Zoe nació a los tres años. Pero al mes, Jimena dejó la casa. Y Zoe quedó al cuidado de los Rodríguez. Hasta sus 15 meses.
“Ella aprendió a caminar por una galletita”, cuenta Oscar. “Se la mostramos y se paró por primera vez para agarrarla. Y no paró. Esa noche la sacamos a la vereda y caminó de una esquina a la otra. Yo la crié, con mi mujer. Por eso, para nosotros, más que una nieta era una hija”, añade.
Zoe estuvo en la casa de sus abuelos maternos hasta sus 15 meses porque fue cuando su mamá regresó, junto a la Policía. “El asesor de menores de la ciudad nos dijo que Jimena era la madre y tenía derecho a dejarla donde quisiera”, asegura Kevin. Se refiere a Juan Martín Domínguez.
Habían llegado a él luego de enterarse de que Zoe estaba en la casa de su tía. “Tiene más derecho el padre que su tía“, le dijeron. El problema es que la nena tenía el apellido de su mamá. Las veces que intentaron hacer el trámite para que llevara el de su papá, Jimena no se presentó. Y sin ella era imposible realizarlo.
“Nunca desconoció la paternidad de Kevin. Y había testigos para afirmar que era el papá de la nena. Domínguez les sacó a la nena y se la entregó a la madre por una sola razón: el apellido. Pero debería haber tomado medidas procesales para citarla por la fuerza pública”, advierte Ferreira, el abogado.
Adicción fatal
Según los Rodríguez, el único ingreso registrado de la madre de Zoe era una asignación universal. “No tenía cómo mantenerla. Ejercía la prostitución en el mismo hogar donde vivía la nena. Y era adicta a las drogas. Le robaba la medicación a su madre”, afirman.
Bustamante pagaba el alquiler de la casa en la que Jimena vivía, y donde Zoe fue asesinada. “En sus ropas tenía marcas de sangre y de hollín“, dice Oscar. “Él salía con Jimena y con su hermana”, comenta.
Cuando Zoe cumplió 19 meses, volvió a lo de sus abuelos. Se quedó con ellos hasta los tres años. Y partir de ahí, otra vez lo mismo. Su mamá reapareció, la reclamó y se la llevó. Con la diferencia de que ahora vivía en La Rioja capital.
En septiembre, dos meses antes de su asesinato, Oscar viajó junto a una de sus hijas. Debían ir al hospital. Le escribieron un mensaje de WhatsApp a la tía de Zoe y pudieron verla por un rato. Como esa noche durmieron en la ciudad, al día siguiente volvieron a pedir por ella. El encuentro fue en la plaza.
Los dos volvieron contentos a Chilecito: Zoe y su tía les habían dicho que apenas terminara el año lectivo del jardín, ella viajaría a lo de sus abuelos para quedarse todo el mes, a pasar las fiestas juntos. Pero sería la última vez que la verían con vida.