Una procesión de personas con carros llenos de mercadería enfila hacia un bote improvisado hecho de neumáticos. La embarcación resiste mientras le agregan cada vez más packs de cervezas, botellas de leche, aguas, gaseosas, paquetes de arroz, colchones nuevos, cajas y más cajas. No solo tiene mercadería, sino pasajeros a bordo, pero nunca parece estar lista para cruzar desde la ciudad de Aguas Blancas, en Salta, a la localidad de Bermejo, en Bolivia.
“En la Argentina es más barato todo lo que es alimentos, leche y comida congelada, mientras que en Bolivia es más económica la ropa”, dice un hombre que tiene otro carro y espera por una chalana (embarcación rudimentaria de madera y techo de lona) para saltar el charco. Del otro lado, la embarcación devuelve a territorio salteño a un padre y a su hijo que traen cada uno dos neumáticos apoyados sobre sus hombros. Es una postal argentina: aquí faltan gomas y son caras.
Inflación y tipo de cambio de este lado de la frontera son las principales razones de este fenómeno recurrente. Desde noviembre de 2011, el peso boliviano mantiene una relación con el dólar por la cual US$1 es igual a 6,96 bolivianos (estrictamente, el Banco Central del país vecino tiene dos tasas: compra a 6,86 y vende a 6,96 bolivianos, es decir que hay una banda estrecha de 10 centavos en la que se mueven las casas de cambio). En el mismo período, mientras tanto, el peso argentino se devaluó desde los $4,09 por dólar hasta los $273 actuales, tomando la cotización del blue.
En tanto, la inflación boliviana fue de 1,43% de mayo de 2021 a igual mes de este año y la argentina, del 60,7%. Como la mayor parte de los alimentos y las bebidas son transables en el comercio exterior, las devaluaciones reales de Chile y Perú y los precios distorsionados de la Argentina incidieron a la baja en la inflación boliviana. Además, puede estar reprimida por el tipo de cambio fijo y por los precios subsidiados de los combustibles, de acuerdo con el economista Juan Antonio Morales.
“Una cubierta de primera marca te sale $36.000 en Bermejo y acá no bajan de entre $80.000 y $100.000: es 2×1, y para las cubiertas de autos la diferencia es aún mayor”, explica el señor, y dice que para pasar no hay ningún control: “No sé cómo van a hacer para reeducar a la gente para que vuelva a mostrar el DNI”.
Toda la escena es precedida por un movimiento constante de “bagayeros” -como se llama a quienes cruzan mercadería al hombro para un patrón- que omiten el Paso Internacional Puerto Chalanas, donde está el puesto de Migraciones y de Aduana casi sin gente. Ellos bajan sin problemas por unos rudimentarios escalones de piedra hasta un sendero con puestos de comida, ropa, zapatillas, anteojos de sol y cremas que llega hasta la playa. Fuentes de Migraciones indicaron a La Nación que el Paso “está cerrado por refacciones y solo se permite el tránsito para los vecinos y algunas excepciones”. En cuanto a los cruces ilegales por fuera de los pasos habilitados, dijeron que es competencia de las fuerzas federales.
La actividad de los bagayeros nunca se interrumpió en esta zona del país -se calcula que mueve unos US$500.000 por día-, pero ahora está pasando por un muy buen momento con muchos ciudadanos bolivianos que vienen a comprar a la Argentina porque los alimentos, productos de cosmética, artículos para el hogar y medicamentos están más baratos que en Bolivia. “Es notable en todos los negocios; a diario se los ve y acceden a primeras marcas que no son las que buscamos nosotros”, cuenta a este medio Verónica, una vecina de Orán, departamento al que pertenece Aguas Blancas.
Orán está a apenas 55 kilómetros de Bermejo y tiene un población estable de 120.000 personas, a las que se suman unas 20.000 o 30.000 más “en tránsito”. De ese número, hay entre 1800 y 2000 personas que trabajan como bagayeros, a los que se suman los indirectos (los que tienen vehículos y les mueven los bultos más grandes o los que les preparan las viandas).
Ariel Zablouk, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Orán, admite a La Nación que más que comprar, los que cruzan desde Bolivia arrasan con productos como cervezas porque les resultan muy baratos y que, por este tema, han llegado a tener problemas de desabastecimiento en lácteos.
Un empleado de un supermercado de la ciudad cuenta que hace dos semanas una persona le preguntó por un whisky y cuando le entregó una botella le respondió: “No, no. Quiero seis cajas”. Un amigo de este joven está trabajando como bagayero VIP y recibe pedidos de productos puntuales desde Bolivia y los lleva hasta Aguas Blancas para cruzarlos.
Zablouk menciona que hay locales que ya tienen el cartel “se reciben pesos bolivianos”, pero la mayoría cambia en su país y usa pesos argentinos para pagar. Y pese a que el cambio es desfavorable para los argentinos ($1 argentino es igual 0,054 boliviano), todavía llegan desde todo el país tours de compras a Orán para después ir a Bermejo a comprar textiles; básicamente ropa deportiva y de cama.
El epicentro de esta actividad se da en la central de transferencias de Orán o la playa de camiones, como le dicen los vecinos. El lugar tiene más micros que la terminal de ómnibus que queda enfrente y hay filas y filas de personas que se reparten bolsas con mercadería, mientras que otras hacen anotaciones en cuadernos.
La Nación consultó a una mujer llamada Liliana por la diferencia económica que se puede hacer si se trae mercadería de Bolivia y ella no quiso referirse al tema. “Tené cuidado a quién le preguntás. Es mejor que vayas a Bermejo y pidas precio”, dijo.
Algo similar a lo que pasa en Salta ocurre en Jujuy. El vicepresidente de la Cámara de Comercio provincial, Alejandro Bustamante, ratifica que lo que sucede en la frontera es bastante cíclico, como la economía argentina. “Cuando se deprecia nuestro peso, a los vecinos les conviene más. En estos momentos les es muy favorable. En La Quiaca la base del comercio son productos comestibles y algo de electrodomésticos”, señala.
Jorge Gurrieri, presidente de la Cámara de Comercio Exterior de Jujuy, dice que en zona de frontera se puede usar sin problemas pesos argentinos o bolivianos y que eso es una ventaja, sobre todo por las restricciones para adquirir dólares.
“La gente humilde no puede comprar dólares, entonces se refugian en pesos bolivianos que usan para comprar lo más barato en Bolivia. La frontera es zona de mucha feria y la gente va”, describe el exintendente de La Quiaca y dueño de la empresa de transporte Evelia, Miguel Ángel Tito.
La última vez que se había vivido una situación parecida en las ciudades de frontera con las compras de extranjeros fue a mediados de 2018, cuando reaparecieron los consumidores de países vecinos en los comercios argentinos. En La Quiaca, por ejemplo, en un supermercado recuerdan que hasta 2016 había límites para la venta a bolivianos de alimentos como harina, aceite, arroz y azúcar.
La fortaleza del peso boliviano
Según Fernando Molina, periodista económico de Bolivia, la antesala a la estabilidad del tipo de cambio fue la decisión del gobierno de Evo Morales de fomentar la “bolivianización” del sistema financiero. “Desde 1985 en adelante la economía boliviana se había dolarizado para evitar la inflación, que fue muy grave a principios de los años 80. Entonces, alrededor del 80% de los depósitos eran en dólares, los créditos eran casi todos en moneda dura y la circulación del billete norteamericano era muy común. Morales trató de cambiar esto aprovechando la gran cantidad de reservas que se empezaron a acumular en el superciclo de las materias primas, y entonces definió poner un tipo de cambio fijo que reemplazó a una flotación leve que era regulada por el Banco Central”, explica.
La medida tuvo algunos éxitos, porque la composición de los depósitos se dio vuelta. Hoy, el 80% son en pesos bolivianos, contra un 20% en dólares. La contracara es que las reservas cayeron de US$15.000 millones en 2014 a US$4600 millones en la actualidad. El monto solo alcanza para tres meses de importaciones, pero el gobierno de Luis Arce -que era ministro de Economía de Morales- cree que, con mantener ese colchón, va a ser suficiente para sostener el tipo de cambio tal como está.
Esta opinión sería compartida por los habitantes del norte de la Argentina, según el economista boliviano Pablo Rossell. “Para ellos, los pesos bolivianos son un refugio de valor, porque el nivel de estabilidad cambiaria es alto y tienen la expectativa, al igual que el resto de la población boliviana, de que esto se mantenga en el mediano plazo. Las autoridades bolivianas han dicho que no van a modificar el tipo de cambio y, habida cuenta de las restricciones que tienen los argentinos para comprar dólares, se ha vuelto una moneda sustituta”, afirma.
Menos categórico es el economista Gonzalo Chávez Álvarez, oriundo de Villazón, la ciudad boliviana vecina de La Quiaca. “Yo conozco la zona y el uso de varias monedas es muy común. No es una gran novedad. En mi casa teníamos pesos argentinos porque, cuando el tipo de cambio favorecía, uno cruzaba a la Argentina a comprar carnes y alimentos. Después ocurría lo contrario y eran los argentinos los que iban a comprar a Bolivia. El problema generalmente ocurre con el aumento del contrabando, que afecta a la producción nacional en Bolivia. Hay que ver cuánto dura, porque, si bien el peso argentino está devaluado, también hay inflación. Por el momento hay un flujo fuerte en la frontera boliviana-argentina, pero lo mismo pasa en los límites con Paraguay y con Brasil; y lo mismo que ocurre de bolivianos pasando a la Argentina sucede con Perú y con Chile. El tipo de cambio está fijo hace 11 años y eso hace que esté fuerte y se importe más”, describe.
Siguiendo con su línea de pensamiento, Chávez Álvarez dijo que lo del ahorro de parte de argentinos en bolivianos sería más bien algo anecdótico. “Sin duda alguna en la frontera uno siempre ha podido usar bolivianos o pesos. Lo interesante sería conocer si se puede pagar un bife de chorizo en un restaurante de Jujuy con pesos bolivianos. La gente tiene que huir del peso argentino, porque el impacto de la inflación es enorme, entonces muchos huyen al dólar, pero el blue está caro y pocos tienen acceso al dólar oficial. La alternativa es comprar alimentos no perecederos, bienes durables o adquirir monedas vecinas, pero para ir a comprar bienes del otro lado. Villazón creció muchísimo, entonces hay argentinos que compran pesos bolivianos para convertirlos en electrodomésticos o para comprar dólares en Bolivia. El tema del contrabando depende de para dónde sopla el viento del tipo de cambio”, concluye.
Sin embargo, un exfuncionario salteño, que pidió no ser nombrado, también hizo referencia al bagayeo de dólares de parte de argentinos que compran en casas de cambio de Salta y cruzan a cambiarlos a Bermejo para hacer una diferencia de $2 o $5 por dólar. De esta forma, cada US$10.000 que atraviesan la frontera -que se pueden pasar sin dar explicaciones- tendrían una ganancia diaria de $50.000.
La Nación se contactó con el ministro de Seguridad y Justicia de Salta, Abel Cornejo, que dijo que las fronteras están “desguarnecidas por la extensión que tienen y los controles lábiles”, y que viene solicitando que se instale un puesto de Prefectura en Aguas Blancas. Fuentes allegadas a la gobernación de Jujuy, en tanto, dijeron que la problemática fronteriza es competencia de las autoridades nacionales.