Un encuentro “productivo”. En un momento crítico para la economía argentina, la directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, y la ministra de Economía, Silvina Batakis, tuvieron un primer cara a cara que duró 40 minutos en Washington, una reunión que, más allá de la presentación formal, sirvió para comenzar a delinear el futuro del programa económico de la Argentina, vapuleado y en el limbo ante la escapada del dólar y los debates para definir nuevas medidas en el Gobierno.

“Otra reunión productiva con la ministra Batakis. Le dimos la bienvenida a sus esfuerzos iniciales para reforzar la sustentabilidad fiscal y estuvimos de acuerdo en la importancia de la implementación del programa para enfrentar los desafíos económicos y sociales de la Argentina”, dijo Georgieva en Twitter, luego del encuentro, sin estridencias, apegándose a las formalidades comunicacionales del Fondo .

Batakis tuvo este lunes una maratónica agenda de reuniones en Washington, en su primer día de trabajo completo en la capital norteamericana. Comenzó en el Departamento del Tesoro, donde vio a una de las figuras clave de su visita, David Lipton, el funcionario del gobierno de Biden que más sabe sobre la economía argentina, y luego fue al Fondo, donde tuvo un almuerzo de trabajo con el staff y una reunión aparte con Georgieva. Al finalizar la tarde, Batakis cerró en el Banco Mundial. Estuvo acompañada en todo momento por el embajador argentino, Jorge Argüello, su viceministra, Karina Angeletti, y funcionarios de la embajada.

El cara a cara de Batakis con Georgieva duró 40 minutos, indicaron fuentes oficiales. Luego se sumaron los equipos. Las dos reuniones sirvieron para que el staff y Georgieva escucharan los planes de Batakis de primera mano y pudieran comenzar a delinear el futuro del programa argentino.

Sin margen político para dar un golpe de timón o encarar reformas profundas, Batakis comenzó a tantear el terreno con el Fondo para definir cómo contendrá la crisis y mantendrá a flote el programa económico, una discusión que, en la Argentina, aparece ahora centrada en el dólar y en la política cambiaria. El Gobierno ha estado enfrascado desde la semana anterior en una discusión interna para decidir si crean un nuevo tipo de cambio para elevar la liquidación de las divisas de los exportadores y ganar tiempo. El mercado cree que el Gobierno se verá forzado a devaluar el dólar oficial, que quedó más rezagado respecto de los dólares libres por la corrida cambiaria de las últimas semanas.

Luego de su paso por el Tesoro, Batakis se movió unas cuadras en los autos oficiales de la embajada hasta el Fondo donde vio a Georgieva y tuvo un almuerzo de trabajo con Ilan Goldfajn, el director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo, y los funcionarios del staff que siguen el programa argentino, Julie Kozack y Luis Cubeddu. Su última parada del día fue el Banco Mundial, donde se reunió con el director Ejecutivo, Axel van Trotsenburg.

El Banco Mundial, una de las patas del financiamiento multilateral del Gobierno, anunció que aprobó un financiamiento de US$200 millones para respaldar a pequeñas y medianas empresas en innovación y tecnología. El Banco Mundial ya puso 195 millones de dólares durante la última década para respaldar la agenda de innovación productiva en la Argentina, indicó el organismo en un comunicado.

“El Banco Mundial está dedicado a una recuperación sostenible y equitativa en Argentina. El Banco ha intensificado su apoyo al país a lo largo de estos años desafiantes, con niveles récord de financiamiento: U$2.100 millones en 2021 y niveles similares esperados en 2022 y 2023?, dijo Van Trotsenburg, según un comunicado del Banco Mundial.

Batakis llegó el domingo por la tarde a Washington, en medio de una ola de calor agobiante, junto con la viceministra Angeletti. Ambas marcaron un fuerte contraste con la delegación que acompañó a Martín Guzmán en su última visita a la capital norteamericana, en abril, cuando vino con todo su equipo, su vocero y su directora de comunicaciones y su secretario personal, quien solía acompañarlo en sus viajes internacionales. Guzmán había viajado para las reuniones de primavera del Fondo, el G20 y para pulir la última revisión del programa argentino.

Las gestiones de Batakis en Washington tienen como trasfondo las especulaciones sobre la renegociación del programa con el Fondo y una discusión interna en el Gobierno sobre la política cambiaria, y la posibilidad de implementar un “dólar agro” para acelerar la venta de cereales y la liquidación de divisas del sector agroexportador. Bajo una enorme presión por la disparada de los dólares libres, el Gobierno intenta tejer mecanismos para nutrir las arcas del Banco Central.

Batakis se topó con otro problema en Washington: en una maniobra inédita y de alto voltaje político, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, bajo investigación por un escándalo ético que puede llegar a costarle el cargo, condicionó un préstamo de US$500 millones para la Argentina a que se cumpla el programa y los compromisos asumidos con el Fondo.

El acuerdo con el Fondo ya está al límite. La primera revisión se superó con una dosis de trucos contables, y economistas, inversores y empresarios esperan ahora que el acuerdo sea enmendado antes de la próxima revisión trimestral, prevista para septiembre.

Antes del último azote de los mercados, que llevó a los dólares paralelos arriba de los $300 y amplió la brecha con el dólar oficial, el Fondo ya había dicho que el Gobierno debía hacer un ajuste real interanual del gasto público de casi el 8% en el segundo semestre para llegar a la meta fiscal, que pautó un déficit fiscal primario del 2,5% del producto bruto interno para todo el año. El Gobierno ha dejado trascender que el déficit, hoy, está arriba del 4% anual. El Gobierno también tiene un serio problema de financiamiento: el mercado de deuda en pesos se secó, la recaudación no se ha movido como estaba previsto, y el cupo de emisión del Banco Central ya está prácticamente agotado.

Poco después de asumir, Batakis ya señaló que seguramente el acuerdo con el Fondo sufrirá “algunas modificaciones porque el mundo está cambiando continuamente”, y se refirió a la guerra en Ucrania, que disparó los precios del gas –que la Argentina debe importar en el invierno–, el petróleo y los alimentos. La jefa del Palacio de Hacienda y el Fondo renovaron también su compromiso con las metas del programa, pero economistas e inversores descuentan que habrá cambios. La pregunta: qué pedirá el Fondo a cambio de una mayor flexibilidad.