La esquina de la que todos hablan, la que ya conocían los militantes peronistas pero que quedará para siempre en la historia como la esquina en la que intentaron matar de un disparo a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

La grieta misma, esa que atraviesa a la sociedad argentina, es la que se vive en Juncal y Uruguay, el lugar en donde vive la dirigente peronista. Mientras la militancia y simpatizantes de distintos lugares del país llegan con carteles, poesías y fotografías en honor a Cristina, hay muchos que en voz baja se quejan porque la “zona es un caos”.

Entre los peronistas también hubo llanto, por lo que podría haber pasado. Y están a quienes la política no les importa, pero tienen cafés y kioscos y creen que la esquina ya es un lugar turístico, y otros un santuario peronista.

Esta es la postal que se vive en la puerta de la residencia de Cristina horas después del intento de homicidio que sufrió.

El jueves 1° de septiembre Cristina sufrió un atentado en la puerta de su casa. La quisieron matar. Un hombre, Fernando Sabag Montiel, le disparó pero la bala no salió. El ciudadano brasileño, de 35 años, está detenido y enfrenta cargos por intento de homicidio agravado.

La vicepresidenta venía de semanas muy difíciles por la causa Vialidad, que la tiene como principal acusada de ser la líder de una asociación ilícita. El fiscal Luciani pidió además de prisión, que se la inhabilite para ejercer cargos públicos. Fue la situación de Cristina en la Justicia la que condujo a miles de peronistas a su casa, donde recibió muestras de cariño y apoyo incondicional. Fue en este contexto en el que Sabag Montiel llegó tan cerca de la dirigente.

A menos de 48 horas del intento de magnicidio, en la esquina de Juncal y Uruguay la grieta nuevamente fue protagonista. Pegando poesías, fotos de Maradona y cartelitos con la frase “Cristina corazón”, se pudo ver a grupos de militantes en la puerta al edificio en el que vive la vicepresidenta. Algunos con remeras estampadas, otros compartiendo sus historias, pero todos abrazados a la causa que definen de nacional y popular. Hubo quienes se animaron a decir que quieren convertir la esquina en un santuario.

A toda hora, hay gente en la esquina de Cristina. La mayoría son de provincia de Buenos Aires, pero también Tiempo de San Juan charló con peronistas de Santa Fe, de La Pampa y de Mendoza que visitaron Capital solo para pasar por la casa de “la jefa” o “la capitana”; como le llaman los que la quieren.

En Recoleta el peronismo sacó apenas el 14% de los votos en la elección de legisladores del 2021. Sin dar sus nombres, pero demostrando su fastidio, se pudo ver a algunos vecinos de la esquina más famosa. No solo fastidiados porque no simpatizan con Cristina, sino porque están hartos del caos vehicular, de los medios, que están en la esquina con cámaras en mano y de los militantes, que ocupan parte de las veredas y cantan a toda hora.

A los militantes peronistas, a los que se quejan de Cristina, se les suman los que están ganando dinero. Ellos son los kiosqueros y dueños de cafés. Todo el día hay mucho movimiento y movimiento que gasta. Dicen que la casa de Cristina se convirtió en una atracción turística y que mejoraron sus ventas gracias a los que llegan hasta Juncal y Uruguay. A los clientes les dicen lo que quieren escuchar, la clave del éxito, aseguraron y mal no les va.

La zona vive una tensa calma. Hay seguridad, la calle está liberada al tránsito, no se restringe el acceso de la militancia, los vecinos miran de reojo y los comerciantes, sonrientes. El equilibrio se mantiene, y la polarización también.

Pareciera que estos segmentos simularan los tercios que componen a la sociedad argentina: el tercio peronista, el tercio liberal y el tercio que vota de acuerdo al bolsillo. Los tres, juntos en el barrio de Recoleta.