*Por Juan Pablo Parrilla

Si hay algo que quedó en evidencia las últimas semanas es que poco y nada entendió la sociedad sobre el significado de la palabra “gobernanza”. Hubo hasta convencionales que la usaron mal.

Para empezar, hay que aclarar que no es un concepto unívoco, que tenga una sola definición, sino que se ha utilizado con distintos significados. Buena parte de ese problema radica, probablemente, en que se trata de la castellanización de una palabra en inglés.

Hay, no obstante, una acepción de la palabra gobernanza a la que se refiere el gobierno provincial en su afán de modificar la Constitución, aunque el concepto casi no aparece en el libro publicado sobre los lineamientos de la reforma.

¿Qué es la gobernanza?

Antes de dar la definición, para comprender mejor el concepto es preferible pensar en qué contexto y por qué se empezó a usar. En las últimas décadas, por el avance de la tecnología, la irrupción masiva de ONGs, la aparición de organizaciones internacionales con mucho poder, la globalización y otros factores, el Estado perdió su papel preponderante a la hora de tomar decisiones y comenzó a interactuar con otros actores.

Piénsese, por ejemplo, en el caso de los países que integran la Unión Europea, donde el concepto de “gobierno” quedó chico para definir al conjunto de actores que inciden en la toman decisiones dentro de los Estados que la componen.

Así irrumpió cada vez con más frecuencia el concepto de gobernanza, que busca describir a las distintas relaciones que se dan entre los actores capaces de incidir en el proceso de toma de decisiones sobre temas de interés público. Es, en definitiva, el juego de poder. Eso incluye, entre otros, al gobierno, para también a las ONG o los organismos supranacionales. E incluye, además, al periodismo.

Entonces, lo que parecería estar planteando el gobierno provincial es que, si el periodismo es parte de la gobernanza, puede y debe ser regulado.

La buena gobernanza

Hay algo importante a subrayar en este punto y es que la gobernanza no es una meta. No es, como han dicho muchas personas en las últimas semanas, que “el gobierno de La Rioja quiere gobernanza”. La gobernanza no es un objetivo, sino un concepto que describe un fenómeno moderno. Lo que en definitiva se busca no es la gobernanza, sino la “buena gobernanza”.

Y aquí aparece la primera cuestión a debatir, porque decidir qué es la buena gobernanza depende de la interpretación de cada uno. Es lo mismo que hablar de buen o mal gobierno: para algunos Cuba es un ejemplo, para otros es una dictadura. Es opinable.

No obstante, hay organismos y organizaciones internacionales que han intentado esbozar algunos lineamientos políticamente correctos sobre qué es la buena gobernanza. Por ejemplo, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha planteado que la buena gobernanza incluye transparencia, responsabilidad, rendición de cuentas, participación y capacidad de respuesta.

Aquí hay un conflicto con respecto a la posible regulación del periodismo. Porque el rol de los medios es clave en algunos de esos aspectos. Hay estudios del Banco Mundial y de las Naciones Unidas que prueban que la calidad de buena parte de esas características, como la transparencia y la rendición de cuentas, aumentan cuanto mayor es la libertad de prensa. El periodismo libre es clave en el desarrollo de las sociedades y de la “buena gobernanza”.

Periodismo: libre y regulado

Hay algo todavía más importante que es necesario aclarar para no generar confusión: el ejercicio del periodismo ya está regulado, aunque parezca que no. Primero que nada, porque la prohibición de la censura previa es un derecho consagrado en la Constitución Nacional y muchos de los tratados internacionales que la componen.

Esto no quiere decir que los periodistas pueden decir lo que quieren sin consecuencias, sino que no se puede prohibir de antemano la publicación de una información. La idea es que el Estado no caiga en la tentación de utilizar su capacidad de censurar al mal periodismo para amedrentar o censurar al bueno periodismo.

En suma, el objetivo de la prohibición de la censura previa no es proteger al mal periodismo, sino a los que trabajan bien, cuyo rol es fundamental para la buena gobernanza.

Un ejemplo. Supongamos que se reforma la Constitución Nacional y se autoriza al Estado a prohibir de antemano la publicación de fake news. ¿Alguien cree que ningún gobierno aprovecharía esa excusa para prohibir que circule determinada información veraz?

Ahora bien, eso no significa que el que publique fake news no tenga consecuencias. La legislación argentina permite que quien resulte damnificado exija algún tipo de compensación, como pueden ser el ejercicio del derecho a réplica o una indemnización por daños y perjuicios.

Por otra parte, en Argentina se aplica la “Doctrina de la Real Malicia”, creada por la Corte Suprema estadounidense en los famosos fallos “New York Times” y “Gertz”, una teoría que establece una serie de reglas para definir si un periodista demandado actuó de buena o mala fe. La Corte Suprema argentina comenzó a aplicarla desde 1986 para resolver denuncias por calumnias e injurias.

La buena gobernanza de los medios

Hay un último concepto que es interesante destacar, que ha tomado importancia en los últimos tiempos y que es el de la “buena gobernanza de los medios”. Uno de sus objetivos es evitar la creciente vulnerabilidad de los editores frente a los intereses políticos y empresariales.

Al respecto, hay medios que han desplegado una serie de iniciativas de autorregulación con el fin de lograr determinada gobernanza que le garantice independencia editorial.

Por ejemplo, The Guardian y The New York Times se organizaron como fideicomisos. The Economist sumó al consejo de administración de la empresa al director del medio y a otros periodistas de la redacción de amplia trayectoria.

También se suele citar muchas veces a The Washington Post y The Wall Street Journal como medios que apuntan a este tipo de gobernanza, que suelen incluir políticas muy claras que se publican en sus páginas web para que todos las conozcan.

En resumen, el norte debe ser la independencia editorial. Eso es lo manda la buena gobernanza.