Foto Ilustrativa

Un mensaje a la redacción de EL FEDERAL llamó la atención por su contenido, reviviendo una historia en uno de los lugares turísticos más misteriosos, El Saladillo.

Estancia jesuíta en sus principios y donde posteriormente se construyó una casona por la familia Olmos, tiene una historia de tragedia que involucra a una niña que murió de tuberculosis, y que inspiró relatos, apariciones y hasta una canción que habla de la pequeña.

Noelia junto a su familia pudo visitar el lugar junto a tres amigos y lo que experimentaron fue de terror.

“Desde que llegamos al lugar, sentí miedo por su historia y por los relatos en torno a la niña fantasma”, dijo a nuestro cronista, agregando que “no la vi, pero sentí su presencia, escuche a lo lejos un piano y la vos de una niña cantando, por un momento les pedí a todos que no hablaran, para escuchar con mayor claridad. Fue por un instante, pero juro que la escuché”.

“Sentí también mucha pena y tristeza por la historia que me contaron. No den mi nombre porque nunca faltan los boludos que se van a burlar”, exclamó.

“Solo quiero contar lo que sentí en un lugar verdaderamente misterioso. Pueden publicarlo y gracias”, finalizó.

LA HISTORIA DE LA CASONA Y LA NIÑA FANTASMA

El Gobierno de la Provincia rescata el valor patrimonial, cultural, e histórico del sitio El Saladillo que no sólo fue territorio de ocupación aborigen, sino que además albergó una estancia jesuítica y funcionó como centro de entrenamiento militar en el 1900. La Quebrada está ubicada sobre la ladera oriental del cordón oriental del Velasco, a 20 km de la ciudad de La Rioja. Quienes deseen conocerlo pueden hacerlo de lunes a lunes de 8 a 20 horas.

Se trata de la primera casa que aparece con este estilo en La Rioja, que tiene sótano y estufa a leña, con techo plano en un sistema constructivo que se había inventado 20 años antes en Londres.

Uno de los aspectos documentados en este lugar, es la presencia de los pueblos originarios con familias ampliadas que ocupaban espacios separadas por unos 200 metros y que se dedicaban a la caza y a la recolección.

La casa impactó mucho en la población por la forma que tiene, luego viene el terremoto 1894 y la reconstrucción de La Rioja se hace en base a este estilo.

Además, en esta zona se instalaron los Jesuitas, que en su tarea evangelizadora, educadora y productiva, construyeron una estancia que se dedicaba a la fabricación de cal, tinajas y tejas.

Posteriormente, la familia Luna Olmos construyó una casona que se hizo sobre las ruinas de la estancia. En esa casona fue a vivir un ingeniero francés junto a su hija, que murió en El Saladillo enferma de tuberculosis.

Una bisnieta de la familia, escribió una carta contando la historia de la familia y de los antiguos moradores de la casona.

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Ella relata que “en tiempos en que Natal Luna era diputado nacional por la Rioja concibió el proyecto de unir mediante el Ferrocarril la ciudad de La Rioja y Catamarca. Para llevar a cabo este plan necesitaba de un ingeniero. No los había en estos medios por ese entonces y debió buscarlo en Buenos Aires”.

Allí no le fue fácil conseguir alguien que quisiera venir a estas tierras. Finalmente se contacto con un francés, el ingeniero Laforgue. Este señor tenía una hija afectada por una cruel enfermedad: tuberculosis. En esa época se consideraba que el clima de las montañas mejoraba a estos pacientes y fue esta ilusión la que llevó a Laforgue aceptar la propuesta de Natal Luna.

El diputado comprendía que siendo la tuberculosis una enfermedad contagiosa y en esos tiempos incurable, era conveniente que el ingeniero y su hija vivieran en la misma ciudad de La Rioja, así es que le ofreció que se estableciera en el Saladillo.

Laforgue estuvo de acuerdo, pero dijo que le gustaría levantar allí un castillo, como los que se ven en la orilla del Sena, en su Francia natal. Natal Luna acepto y puso el material y la mano de obra. Se pueden ver todavía durmientes del ferrocarril que se empleó en su construcción. “Allí vivía la joven enferma junto a su padre”.

“El proyecto de Luna, sin embargo, nunca se concretó, debido a que la niña falleció y poco tiempo después murió su padre, doblegado por la gran tristeza que este hecho le causó. Con posterioridad a la muerte de la francesita se quemaron sus ropas y todos aquellos enceres que habían estado en contacto con ella. Esta medida se tomaba para evitar el contagio tan temido”.

La gente dice que en el castillo asustan. Muchos hablan de una mujer rubia vestida de blanco que canta, sin que se le pueda entender lo que dice. Explican que se escucha un piano y ven a esta persona muy blanca que por allí pasea en horas de la tarde y de la noche. Bueno… qué castillo que se precie de tal no tiene un fantasma».