En estos días se difundieron fragmentos con escenas de sexo explícito en libros de la colección Identidades bonaerenses, que la Dirección General de Cultura y Educación de Axel Kicillof distribuye en las escuelas.
El titular de dicha Dirección, Alberto Sileoni, defendió y justificó el envío de pornografía a los niños argumentando que “forma parte de la literatura” y que su lectura está “bajo la guía del docente”.
Vale la pena, entonces, examinar los contenidos de estos textos más allá de los fragmentos que sobresalieron por la crudeza de su lenguaje, siempre recordando que están dirigidos a adolescentes. El ciclo orientado comienza en el tercer año de secundaria, con chicos de entre 14 y 15 años.Las aventuras de la China Iron
La obra es una fantasía que parte de la interrogante sobre el destino de la esposa de Martín Fierro, la China Iron, de quien el poema de José Hernández apenas menciona y cuyo paradero queda en el olvido.
La trama deconstruye la historia original, el personaje del gaucho y hasta a su propio autor, quien aparece en la novela como un estanciero despreciable, abusivo con sus peones y “chinas” y dado a la bebida.
Cuando Fierro es llevado a la frontera, su “china” no se siente abandonada, sino liberada de esa “bestia”. Para liberarse completamente, deja a sus hijos adolescentes con una pareja de ancianos y parte en busca de una inglesa a quien también le arrebataron al marido. Pero, a diferencia de Fierro, el inglés no es una “bestia abusiva” y “cobarde”, sino un hombre más civilizado, lo cual la impulsa a buscarlo.
Entre las dos mujeres surge el amor, y de ahí se derivan escenas de sexo explícito que aparecen en el libro y que son leídas por los niños bonaerenses.
La China Iron nunca pudo amar “al borracho de Fierro”, a quien además consideraba “muy sucio”. Incluso hubiera querido matarlo, pero no fue necesario, ya que “se lo llevaron”.
Deambulando por la pampa desolada, llegan a la estancia de Hernández, quien es presentado como un charlatán que escribe versos sobre Fierro mientras delira sobre el desarrollo agrario de la Argentina, se emborracha y hace papelones.
Confiesa, además, que la escena del indio castigando a la cautiva fue completamente inventada (agregando la inevitable nota indigenista): “Cautivas tienen y no las tratan como a princesas, tampoco mucho peor que nosotros a las chinas -dice Hernández- y algunas se ve que la pasan bien”.
El cierre de esta historia es el reencuentro entre la China y Fierro, donde Cabezón Cámara “saca al gaucho del closet”. Con el sargento Cruz, no se trataba de una camaradería nacida del valor y la solidaridad en la adversidad, ni de la gratitud hacia quien le salvó la vida. No.
La autora parodia así los versos de Martín Fierro: “No te voy a explicar yo /La delicia de tenerlo/ Entero adentro de mí: / Su poronga un paraíso / Que me lo hizo ver a Dios / Y agradecerle el favor / Por haber hecho nacer / Para sentir el placer / de ser amado endeveras / Y de endeveras clavado; / Ay, Jesús, qué maravilla/ ¡Es zonzo el cristiano macho!”Cometierra y el femicidio
Los fragmentos más crudos del texto ya se difundieron ampliamente. A diferencia del caso anterior, donde las escenas de sexo tienen un “mensaje” o propósito claro, acá son esporádicas y no esenciales para la trama.
La protagonista es una vidente a quien las familias acuden en busca de algún ser querido desaparecido. En su mayoría, se trata de chicas raptadas o asesinadas, tal como le ocurrió a su propia madre, quien fue asesinada por su padre.
La protagonista consume tierra de los lugares donde sucedieron estos crímenes para “ver” lo que les ocurrió a las víctimas.
El “femicidio” se convirtió en uno de los temas principales del feminismo contemporáneo. Como en Argentina no existe un patriarcado que derrotar, esta problemática se infla tanto como es posible; de hecho, el enorme Ministerio de la Mujer, creado por Alberto Fernández, no tuvo otra función más que contabilizar estos casos.
De paso, los datos mostraron que años de políticas de género no resolvieron el problema, lo cual no los llevó a replantear su estrategia. Podrían considerar que, quizá, el problema esté en el ámbito de la seguridad y la justicia. Casi cada vez que se da un femicidio, sabemos que hubo denuncias previas, órdenes de restricción desobedecidas, entre otros fallos del sistema.
La Educación Sexual Integral (ESI) tiene un enfoque directamente feminazi: plantea a los chicos que los varones son potenciales violadores y femicidas.
Este mensaje cala hondo. Hay casos, como el de una maestra que escuchó a sus alumnas afirmar: “Todos los hombres son violadores en potencia”.
Lo que más le impactó fue que ninguno de los chicos en el aula se animó a contradecir semejante afirmación. Es como si los varones nacieran con una especie de “culpa original”.
La figura del femicidio tiende a sugerir que, si un hombre mata a su esposa, pareja o amante, lo hace solo por un supuesto “odio general hacia todas las mujeres”. Sin embargo, no se interpreta igual si una mujer comete el mismo crimen contra un hombre. Estos son los nuevos sesgos de género.Si no fueras tan niña
El tercer libro, llamado “Si no fueras tan niña”, de Sol Fantin, narra, veinte años después, el abuso que sufrió en una secta cuando tenía 15 años.
Ella sentía admiración por una persona mayor de 36 años y quedó bajo su influencia. En general, los adultos no se aprovechan de ese poder que tienen sobre jóvenes en plena formación, emocionalmente inmaduros y muchas veces dependientes de ellos. Excepto los abusadores.
El relato es estremecedor, sobre todo porque, a pesar del tiempo transcurrido y del análisis crudo y racional que hace de su experiencia, logra transmitir claramente lo que la adolescente Sol Fantin sentía en aquellos momentos.
Cuando el abusador comienza a contarle sobre su propia adolescencia y a hablar de amoríos y experiencias similares, ella siente incomodidad.
“Recuerdo los esfuerzos que hacía para imaginar algo de lo que no tenía ninguna imagen concreta, algo que me resultaba completamente ajeno”. También rememora que, al finalizar el primer año de secundaria, sus compañeros y compañeras “no andaban besándose por ahí, salvo una que tenía un novio en tercer o cuarto año”.
Cuando él le hacía estos comentarios, ella “lo escuchaba desde un vacío absoluto de experiencias sexuales, tan radical que solo podía llenarse con una intensa fascinación hacia él”.
Estos son los libros que el gobierno de Axel Kicillof le hace leer a los menores. Además, hay que mencionar el hecho de que estos son los textos más “tranquilos”, ya que la gran cantidad de los fragmentos difundidos por redes sociales son realmente aberrantes, en donde se describen escenas sexuales sin filtro.