En junio de 2014, un hecho insólito sorprendió a todos en Tucumán: el colectivo que trasladaba al cantante Sergio Galleguillo y su grupo, Rioja Ballet, fue robado en la puerta del Teatro Alberdi, en pleno centro de San Miguel de Tucumán. Esto ocurrió justo cuando el artista realizaba la prueba de sonido para su espectáculo. En un giro inesperado, mientras Galleguillo se preparaba para la presentación, un grupo de delincuentes se subió al ómnibus y se lo llevó, generando incertidumbre y sorpresa.

A pesar de este imprevisto, Galleguillo decidió seguir adelante con el espectáculo, sin interrumpir la conexión con el público, que lo esperaba con ansias. En paralelo, la Policía montó un operativo de búsqueda del colectivo y, en la madrugada del domingo, logró recuperarlo cerca de la ruta 9. Sin embargo, el vehículo ya había sido desvalijado: los delincuentes se llevaron elementos como el estéreo, dos potencias y un parlante, entre otros.

A pesar del inconveniente, Galleguillo mostró su gratitud hacia el público tucumano, agradeciendo el apoyo recibido. En su cuenta de Facebook escribió un mensaje a sus seguidores: “Tucumán de mi alma… no sientan por favor lo que pasó, es culpa de ustedes… todo lo contrario… son excelentes personas que apoyan un show, un movimiento de encontrarnos… ” , expresó, resaltando la actitud positiva y el entusiasmo de su público. “Gracias y mil gracias Tucumán por revender el Alberdi. Que Dios los bendiga. Voy a volver por otro teatro. Los quiero y por el mutuo cariño, gracias, gracias, gracias… El Gallo” .

El robo, que podría haber quedado como una anécdota más, se convirtió en noticia por la historia que se escondía detrás del ladrón. “Tamalito”, un adolescente de 14 años conocido por su afición por los colectivos, era el responsable del insólito robo. Apodado así por su familia, el joven había hecho otros hechos similares: robos de colectivos que luego dejaban estacionados cerca de su casa. En este caso, tras llevarse el micro del artista, “Tamalito” lo condujo hasta la zona de Los Vallistos, en las afueras de Tucumán, y lo dejó estacionado hasta que la Policía lo encontró.

El abuelo del adolescente, Gaspar, intentó explicar el comportamiento del joven, señalando que no tenía malas intenciones, sino que su sueño era conducir un colectivo. Según relató, “Tamalito” era conocido entre los choferes de la zona y había tenido una vida difícil, marcada por ausencias familiares y una situación de extrema pobreza. Además, su adicción a las drogas también influyó en su conducta, lo que llevó a su familia a pedir ayuda a las autoridades.

Este hecho, tan inusual como inquietante, dejó una marca en Tucumán y, diez años después, sigue siendo recordado como una de esas historias que parecen sacadas de una película, pero que, en este caso, fueron muy reales. Un robo que se llevó el colectivo de Sergio Galleguillo y, a la vez, permitió conocer un poco más sobre la vida de “Tamalito” , un chico con un sueño que lo llevó a protagonizar un episodio que quedará en la memoria de todos.

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