La problemática de los jóvenes y las adicciones no es algo nuevo. Con el tiempo ha ido mutando y tanto las familias como los especialistas buscan distintas maneras de abordarlo.
La preocupación de las familias mendocinas ante posibles adicciones en sus hijos adolescentes es una realidad creciente. Detectar a tiempo las primeras señales y saber cómo actuar puede marcar una diferencia fundamental en el abordaje de esta problemática.
Para traer claridad y herramientas a los padres, el Post dialogó con la licenciada en psicología Silvina Mussuto, directora de Conexión, una clínica especializada en el tratamiento de adicciones con más de 25 años de experiencia en Mendoza.
Detectar las primeras alarmas
La entrevistada subraya la importancia de estar atentos a ciertos cambios que pueden indicar un consumo problemático en los jóvenes. “Es crucial observar si hay cambios bruscos en el estado de ánimo, períodos de aislamiento social donde el adolescente se distancia de amigos y familia, o un repentino abandono de actividades e intereses que antes disfrutaba”, explicó la especialista.
Otras señales a las que prestar atención incluyen un aumento en la irritabilidad, alteraciones en los hábitos de sueño y alimentación, un descuido en la higiene personal y la necesidad urgente de conseguir dinero sin una justificación clara.
Sin embargo, Mussuto advierte sobre la necesidad de no sacar conclusiones apresuradas: “Muchas de estas señales pueden estar ligadas a otras problemáticas de salud mental o ser confundidas con conductas propias de la adolescencia. Por eso, lo más recomendable es consultar con profesionales que puedan realizar una evaluación adecuada”.
¿Uso, abuso o dependencia?
Para comprender mejor la dimensión del problema, la licenciada diferencia tres niveles de consumo:
Uso: Se refiere a un consumo ocasional o esporádico que no genera interferencias significativas en la vida diaria.
Abuso: Implica un consumo más frecuente e intenso que comienza a acarrear consecuencias negativas en diversas áreas como la salud, las relaciones o el rendimiento académico/laboral, aunque aún no se cumplen los criterios de dependencia. Un ejemplo sería faltar a la escuela o endeudarse por consumir.
Dependencia: Es la forma más severa, caracterizada por una relación compulsiva con la sustancia o comportamiento, donde la persona pierde el control y experimenta malestar intenso si no consume, necesitando hacerlo nuevamente para aliviar ese malestar, a pesar de las consecuencias negativas.
¿Qué rol tiene la familia?
La familia juega un papel fundamental tanto en la prevención como en el acompañamiento. “Desde edades tempranas, es vital fomentar espacios de diálogo abierto, establecer normas claras con límites saludables y construir vínculos basados en el afecto y la escucha, evitando caer en la sobreprotección o la rigidez”, enfatizó Mussuto.
La especialista asegura que permitir la expresión de emociones es clave, ya que muchas veces el consumo surge como una forma de “anestesiar” aquello que no se puede expresar con palabras.
Ante la aparición de señales de alarma, la clave es no negar la situación. “Consultar con profesionales a tiempo y actuar en red puede marcar una gran diferencia”, aseguró la directora de Conexión.
Mussuto también brindó pautas comunicacionales importantes: evitar sermonear o culpabilizar, expresar el malestar sin romper el vínculo y hablar desde la propia observación y sentimientos en lugar de imponer diagnósticos.
Incluso si el adolescente se resiste a iniciar un tratamiento, la familia puede y debe buscar ayuda. “Muchas veces son los primeros en pedir orientación y acompañamiento emocional, lo cual tiene un impacto muy positivo. También es esencial que aprendan a cuidarse a sí mismos, ya que el desgaste puede ser grande”, señaló la profesional.
Tratamientos y abordajes: camino a la recuperación
En cuanto al abordaje terapéutico, Mussuto explica que existen distintos tipos de tratamientos. Puntualmente, en Conexión realizan un tratamiento ambulatorio intensivo que permite a la persona continuar con su rutina mientras trabaja en su recuperación.
Es importante acceder a una evaluación interdisciplinaria para comprender la severidad y complejidad de la situación.
En ese sentido, la especialista explicó que se debe llegar al desarrollo de conductas alternativas al consumo y la regulación emocional, hasta llegar a la etapa de mantenimiento y prevención de recaídas.
“Un aspecto fundamental es la recuperación del sentido de vida, ayudando a la persona a reconectarse con sus valores, reconstruir vínculos y proyectarse hacia el futuro”, advirtió la entrevistada.
Finalmente, y en cuanto a la problemática de juegos o consumos en la adolescencia, la licenciada Musutto destaca la efectividad de los abordajes grupales, que favorecen la identificación entre pares, disminuyen el aislamiento, desarrollan habilidades sociales y fortalecen el compromiso con el tratamiento.
“Escuchar a otro poner en palabras lo que uno siente puede ser profundamente reparador”, explicó la especialista.
Ante la sospecha de una adicción en un hijo adolescente, la consulta profesional temprana es el primer y más importante paso para ofrecerle la ayuda que necesita y reconstruir el bienestar familiar.