En un paisaje inhóspito, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, un grupo de paleontólogos argentinos descubrió en la precordillera de La Rioja el esqueleto casi completo de un dinosaurio que habitó la región hace unos 230 millones de años. La nueva especie, bautizada Huayracursor jaguensis, corresponde al Triásico Tardío, una etapa crucial de la historia del planeta marcada por la aparición de los primeros dinosaurios y los antecesores de los mamíferos. Se estima que medía alrededor de dos metros de largo y pesaba unos 18 kilos.

El hallazgo se produjo en la Quebrada de Santo Domingo, una zona remota y de difícil acceso en el oeste riojano, donde el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (Crilar, Conicet -Unlar-Segemar-UNCA-gobierno de La Rioja) desarrolla exploraciones sistemáticas desde hace una década. En esta región también se identificaron restos de rinchosaurios y cinodontes traversodóntidos, parte de una fauna que habitó el territorio junto a los primeros dinosaurios.

Del estudio participaron Lucas Fiorelli, del Crilar; Jeremías Taborda, del Cicterra (Conicet-UNC); y Julia Desojo, de la Universidad Nacional de La Plata, además del equipo liderado por Martín Hechenleitner, investigador del Conicet y primer autor del artículo publicado en Nature.

Hechenleitner describe a la Quebrada Santo Domingo como un sitio aislado y de condiciones extremas. “Está a unos 40 kilómetros del poblado más cercano, Jagüé, y a 3000 metros de altura en plena cordillera. Hasta 2015 era prácticamente desconocida desde el punto de vista paleontológico. Solo se conocían algunos fósiles fragmentarios hallados en los años cincuenta y noventa”, detalla.

El investigador cuenta que las primeras expediciones no arrojaron resultados, pero en 2016 aparecieron los primeros indicios y, dos años después, el hallazgo de Huayracursor jaguensis. “Encontramos el ejemplar en rocas de unos 230 millones de años. Fue un momento extraordinario”, recuerda.
El nombre Huayracursor combina el término quechua huayra (viento) con cursor (corredor o caminante), en homenaje a las condiciones de la zona y a la localidad de Jagüé, próxima al sitio del descubrimiento. Según Hechenleitner, “la región es ventosa y de clima cambiante, pero cautiva con sus paisajes imponentes”.

Una nueva ventana al TriásicoEl investigador Agustín Martinelli, del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (Conicet), explica que el nuevo dinosaurio tiene entre 230 y 225 millones de años, lo que lo convierte en uno de los más antiguos conocidos. “Durante décadas, los fósiles de esa edad provenían solo de Ischigualasto, en San Juan, y de ciertas regiones del sur de Brasil. Esta nueva cuenca geológica abre un escenario completamente distinto”, señala.

Hechenleitner destaca que el paisaje del Triásico era muy diferente al actual. “Los fósiles muestran un entorno húmedo, con abundante vegetación. Encontramos troncos de helechos arborescentes que indican la existencia de bosques y cursos de agua. Nada que ver con el desierto de altura que hoy domina la Cordillera”, explica.

El paleontólogo agrega que junto al esqueleto de Huayracursor aparecieron otros animales, como rincosaurios y cinodontes, emparentados con el linaje de los mamíferos. “El conjunto nos permite reconstruir un ecosistema complejo, con una fauna diversa y bien conservada”, afirma.

Huayracursor pertenece al linaje de los sauropodomorfos, un grupo de dinosaurios herbívoros que millones de años después daría origen a gigantes como Argentinosaurus y Patagotitan. 

“Este ejemplar combina dos rasgos que resultan clave: un cuello más largo y un tamaño mayor que la mayoría de sus contemporáneos. Ambas características aparecen de manera muy temprana en la evolución del grupo y anticipan la forma corporal de los grandes herbívoros del Jurásico”, detalla Hechenleitner.

Los restos fueron encontrados junto a fósiles de rinchosaurios y cinodontes, animales emparentados con los primeros mamíferosDel esqueleto se recuperaron parte del cráneo, una serie completa de vértebras hasta la cola y extremidades casi enteras. Por su grado de preservación, los investigadores creen que Huayracursor se convertirá en una referencia esencial para estudiar la evolución temprana de los dinosaurios.

En cuanto a su dieta, Hechenleitner considera que probablemente era herbívoro, aunque el fósil no conserva los dientes que permitirían confirmarlo. “Un pariente muy cercano hallado en el sur de Brasil sí preserva dientes y sabemos que se alimentaba de plantas, por lo que es muy probable que Huayracursor también lo hiciera. Es un punto clave en la transición hacia una dieta completamente herbívora dentro del grupo”, asegura.

En esa época, los posibles depredadores de Huayracursor eran otros dinosaurios carnívoros y reptiles del linaje de los cocodrilos, de hábitos terrestres y de gran tamaño. “No hallamos aún evidencia directa de ellos en Santo Domingo, pero sí en formaciones equivalentes de otras regiones de la Argentina y Brasil”, comenta el paleontólogo.

Hechenleitner recuerda que Huayracursor convivió con especies emblemáticas como Eoraptor lunensis y Herrerasaurus ischigualastensis, descubiertas en San Juan. “Todos estos animales vivieron en lo que entonces era el borde suroccidental del supercontinente Pangea, una región de enorme riqueza biológica y evolución acelerada”, subraya.

El investigador Sebastián Rocher, de la Universidad Nacional de La Rioja, explica que los estudios geológicos indican que la Precordillera Norte formaba parte de una cuenca sedimentaria independiente de otras zonas del suroeste de Gondwana. “Esto abre la posibilidad de continuar las exploraciones hacia el oeste, en plena cordillera, donde podrían aparecer nuevos fósiles”, anticipa.

Por su parte, Malena Juárez, becaria del Conicet en el Crilar, estima que el dinosaurio medía alrededor de dos metros de largo y pesaba unos dieciocho kilogramos, casi el doble que otros de su misma época. Actualmente trabaja en la descripción detallada de los restos para determinar con precisión su anatomía y vínculos con especies de América del Sur, África e India.

Por Alejandro Horvat / La Nación