Por Angel Flores

Mientras el gobernador de La Rioja insiste en discursos públicos sobre la necesidad de austeridad, sacrificio y ajuste, anoche el complejo Le Park, en La Quebrada, fue escenario de un casamiento marcado por el lujo, la ostentación y la presencia de funcionarios provinciales. La celebración tuvo como protagonista a María Emilia Santander, funcionaria vinculada al sistema de transporte estatal Rioja Bus, y contó con la asistencia de la titular de la Secretaría de Transporte, Alcira Brizuela.

La misma Alcira subió una foto del evento.

María Emilia Santander no es una ciudadana común: forma parte de la estructura del transporte público provincial, un área altamente sensible por el volumen de fondos que administra, los subsidios estatales que recibe y el impacto directo que tiene sobre miles de usuarios que, a diario, padecen deficiencias en el servicio. Su nombre aparece asociado a cargos jerárquicos dentro del esquema de gestión de Rioja Bus, la empresa estatal que opera el transporte urbano en la capital riojana.

El contraste es brutal. Mientras usuarios reclaman por frecuencias reducidas, unidades en mal estado y tarifas que golpean el bolsillo, una funcionaria de tercera línea, pero integrada al engranaje del Estado, celebra un casamiento de alto nivel, con smoking, vestidos de gala y un entorno exclusivo, en una provincia donde gran parte de la población no llega a fin de mes.

No es un actor de Hollywood, es el director de los colectivos, Cristian Paez (foto) en la empresa de transportes que conduce Alcira Brizuela, el lujo el smoking los trajes caros con la cerveza en la mano. Quintela en la última reunión de gabinete, les dijo a sus funcionario claramente no quiero catering ni fiestas, ni ostentación. Una vez más el poder familiar de Harry Pérez quien tiene una relación de afecto muy cercana a Alcira desafían la autoridad política del Gobernador.

La presencia de Alcira Brizuela, máxima autoridad del área de Transporte, lejos de ser un detalle menor, refuerza el mensaje político que deja la imagen: la austeridad parece ser solo un eslogan para los discursos, no una conducta exigida hacia adentro del poder. Nadie discute el derecho a casarse o celebrar; lo que se pone en cuestión es la señal pública que emiten quienes administran recursos del Estado en un contexto de crisis social.

Las fotos difundidas en redes sociales ya circulan como símbolo de una desconexión creciente entre la dirigencia y la realidad cotidiana de los riojanos. Funcionarios que piden comprensión, paciencia y esfuerzo, pero que exhiben un estilo de vida incompatible con el relato oficial.

La pregunta que queda flotando es inevitable:
¿De dónde surge el nivel de ingresos que permite estos festejos?
¿Qué controles existen sobre los funcionarios que manejan áreas subsidiadas por el Estado?
¿La austeridad rige solo para abajo?

En La Rioja, una imagen volvió a decir más que mil discursos.