Por Angel Flores

Mientras el Concejo Deliberante discute tecnicismos y habla de “bajo impacto sonoro”, en las calles de la Capital la pirotecnia sigue explotando como si no existiera ninguna prohibición. La ordenanza está vigente, pero el Estado municipal hace rato que bajó los brazos. Y el resultado no es una fiesta: es una política pública fallida.

La realidad es que la venta de pirotecnia en la Capital riojana es indiscriminada, sin controles municipales, y con venta de artículos explosivos sonoros. Nadie controla

La Ciudad de La Rioja cuenta con una ordenanza clara: la N° 5.398, conocida como “Pirotecnia Cero”. Fue sancionada para prohibir la venta, la tenencia y el uso de pirotecnia, con un objetivo concreto: proteger la salud de personas con hipersensibilidad auditiva, niños con TEA, adultos mayores y animales. No fue un capricho ni una moda progresista. Fue una respuesta a años de reclamos, estudios médicos y situaciones evitables.

Pero en diciembre de 2024, el Concejo Deliberante decidió flexibilizar la norma. Autorizó la venta y el uso de pirotecnia lumínica “de bajo impacto sonoro”, manteniendo —al menos en los papeles— la prohibición de la pirotecnia estruendosa. La decisión se presentó como un equilibrio entre tradición y cuidado social. En los hechos, terminó funcionando como una señal política confusa y peligrosa.

Porque cuando el mensaje no es contundente, el mercado hace el resto. La pirotecnia sonora sigue circulando, se vende por debajo del mostrador, aparece en ferias informales y estalla cada vez que hay una celebración. No hay controles sistemáticos, no hay secuestros visibles, no hay sanciones ejemplares. La ordenanza existe, pero nadie la hace cumplir.

Y cuando el Estado se retira, los que pagan el costo son siempre los mismos: familias que deben encerrar a sus hijos en habitaciones aisladas, personas mayores que sufren crisis de ansiedad, animales que se pierden o mueren por el estrés, y vecinos que entienden —con razón— que si nadie controla, todo está permitido.

El problema ya no es la pirotecnia. El problema es la incoherencia política. Se sancionan normas para la foto, se modifican para quedar bien con todos y se abandonan cuando llega el momento de aplicarlas. Así, la ordenanza deja de ser una herramienta de cuidado y se convierte en un simple decorado institucional.

En La Rioja, la pirotecnia no es solo ruido. Es el síntoma de un Estado que legisla, flexibiliza y luego mira para otro lado. Y mientras tanto, el estruendo no viene de los fuegos artificiales: viene del silencio oficial.