La escena se repite y ya no sorprende, pero sí indigna. Otra vez, una banda de motoqueros copó las calles de la Capital de La Rioja, sembrando miedo, desorden y una peligrosa sensación de tierra de nadie. Todo ocurrió en la noche de ayer y ante una ausencia policial tan evidente como preocupante.
Decenas de motociclistas circularon en caravana por distintos puntos de la ciudad violando todas las normas de tránsito: cruzaron semáforos en rojo, circularon en contramano, tocaron bocina de manera constante y gritaron con tono amenazante a automovilistas y peatones que se atrevían a reclamar. Nadie los detuvo. Nadie intervino.
El dato que más alarma genera es que el grupo actuó con absoluta impunidad, como si supiera de antemano que no habría controles ni consecuencias. Incluso descendieron por calles céntricas como Rivadavia, una arteria clave del microcentro, sin que apareciera un solo móvil policial. Para los vecinos, el mensaje fue claro: la calle no tiene ley.
Mientras tanto, la Policía brilló por su ausencia. No hubo operativos, no hubo identificación de motos, no hubo secuestros ni multas. Tampoco reacción ante maniobras que pusieron en riesgo la vida de terceros. La falta de presencia y acción policial dejó expuestos a conductores particulares, familias, adultos mayores y niños.
“Esto ya no es un problema de tránsito, es un problema de seguridad”, advirtieron vecinos, cansados de convivir con episodios que podrían terminar en una tragedia. La pregunta que se repite en cada barrio es por qué, cuando estas conductas son visibles y reiteradas, las fuerzas de seguridad no actúan.
La sensación de zona liberada es total. Y frente a esa inacción, crece el reclamo por una intervención inmediata de la Justicia, que ponga límites donde el control estatal parece haberse retirado. Los vecinos exigen sanciones ejemplares, controles permanentes y el fin de una impunidad que, de continuar, solo anticipa consecuencias irreversibles.
La ausencia policial ya no es un detalle: es parte central del problema.
