Con la llegada de las celebraciones, el cielo se ilumina, pero el suelo se convierte en un escenario de pánico para quienes no tienen voz. La pirotecnia, una tradición arraigada pero cuestionada, genera un impacto profundo en la salud animal que muchas veces pasa desapercibido por la falta de señales externas evidentes.
Aunque solemos creer que el perro es el más afectado debido a sus reacciones visibles, como los temblores, el jadeo excesivo y las huidas desesperadas que frecuentemente terminan en accidentes, el gato enfrenta una batalla interna igual de severa, aunque mucho más reservada
La ciencia explica que la sensibilidad auditiva de los animales supera con creces la capacidad humana. Mientras que una persona promedio detecta sonidos de hasta 20,000 Hz, un perro puede alcanzar los 60,000 Hz y un gato los 65,000 Hz. Esto significa que lo que para nosotros es una explosión fuerte, para ellos es un estruendo físico que puede causarles dolor auditivo real. En los perros, este estrés activa el sistema nervioso de manera explosiva, provocando taquicardias y, en casos de ejemplares ancianos o con patologías previas, paros cardíacos fulminantes. Su instinto de supervivencia los empuja a escapar, rompiendo cercos o saltando balcones en un estado de desorientación total.
Por otro lado, el gato sufre de manera distinta pero no menos intensa. Su respuesta natural ante el peligro es el ocultamiento. Un felino asustado por los estallidos puede permanecer horas en estado catatónico bajo un mueble, con las pupilas dilatadas y el ritmo cardíaco acelerado. Este estrés agudo no termina cuando cesan las luces en el cielo; el cortisol elevado en su sistema puede desencadenar enfermedades posteriores, como problemas urinarios graves o cuadros de inmunodepresión. Además, el riesgo de intoxicación es latente, ya que el instinto de limpieza de los gatos los lleva a lamer restos de pólvora o productos químicos que quedan en el ambiente tras las detonaciones.
La comunidad veterinaria insiste en que la prevención es la única herramienta efectiva ante la falta de una legislación que prohíba definitivamente el uso de pirotecnia sonora. Crear refugios seguros dentro del hogar, utilizar música ambiental que atenúe el ruido exterior y, sobre todo, no medicar a los animales sin supervisión profesional, son medidas esenciales. En un mundo que busca ser cada vez más empático, la celebración de unos pocos no debería significar el terror de aquellos que nos ofrecen su compañía incondicional.
RECOMENDACIONES
Placa 1: El refugio seguro
- No los obligues a salir: Si tu mascota se esconde bajo la cama o en un armario, dejala ahí. Es su “lugar seguro”.
- Aislar el ruido: Cerrá bien ventanas y persianas. Poné música relajante o el televisor a volumen moderado para amortiguar las explosiones.
Placa 2: El peligro de las huidas
- Identificación siempre: Asegurate de que tengan su chapita con nombre y teléfono. El pánico hace que muchos animales escapen y se pierdan.
- Paseos previos: Sacá a pasear a tu perro temprano, mucho antes de que empiecen los fuegos artificiales, para que esté más cansado y relajado.
Placa 3: Lo que NO debes hacer
- Prohibido automedicar: Nunca les des sedantes humanos o gotas (como la famosa acepromazina) sin indicación veterinaria. Pueden ser peligrosas si no se dosifican según el peso y salud del animal.
- No los dejes atados: El pánico puede hacer que se ahorquen con su propia correa al intentar escapar.
Placa 4: Señales de alerta (Perros vs Gatos)
- En perros: Jadeo excesivo, temblores, intentos de cavar o esconderse tras los dueños.
- En gatos: Se quedan inmóviles (congelados), pupilas muy dilatadas o intentan huir hacia lugares muy altos o inaccesibles.
Placa 5: El “Tip” de oro
- Mantené la calma: Tu mascota lee tu energía. Si te mostrás excesivamente preocupado o los abrazás con desesperación, ellos entenderán que realmente hay un peligro inminente. Actuá con normalidad y brindales compañía silenciosa.
