El clima venía espeso. Días atrás, Cristina se espantó ante la confesión del presidente ante un grupo de intendentes en la localidad de Pilar, en la que confesó su incapacidad para gobernar. Quienes deberían ser sus subordinados no le responden. La sociedad lo ridiculiza. Por si fuera poco, derramó algunos lagrimones.
No había terminado de sincerarse y ya la vicepresidenta estaba enterada. “!No podés ser tan p…!”, fue el mensaje que le transmitió. El entorno presidencial intentó bajar el nivel de confrontación, y lo convenció de reunirse una vez más con Cristina. Pero la relación está rota, los reproches cruzados cobran intensidad a cada paso.
Cristina llegó a las 13.00. Saludó y vió a Francisco, vivaz e inquieto. “Es vivo y despierto. ¡No parece hijo tuyo!”, le disparó. A partir de ese peculiar “elogio”, las acusaciones y pases de factura se sucedieron.
En síntesis, no consiguieron acordar nada. Ni sobre nuevos cambios en el gabinete, ni sobre nuevas medidas para tratar de paliar la crisis. Alberto sólo está pendiente del viaje de Batakis a los Estados Unidos y lo que consiga acordar con el FMI. Cristina sólo se preocupa por su situación judicial y por definir cuál será el momento en el que vuelva a publicar sus cartas o pronunciar sus discursos letales descalificando a la gestión.
Una vez más, Sergio Massa no fue invitado. En este punto ambos coinciden: ninguno quiere otorgarle más poder, incluyéndolo en el gabinete. Para Cristina significaría sumar innecesariamente un nuevo competidor para el próximo proceso electoral. Para Alberto, la confirmación de su impericia.
Fuente: Real Politik