*Por el Equipo de EL FEDERAL

El concejal Nelson Johannesen sorprendió a muchos cuando en la última sesión del Concejo Deliberante, mientras era unánime el repudio a la violencia política, reivindicó la lucha armada de Montoneros.

La fecha no fue casual. El 7 de septiembre, los peronistas que defienden la violencia política celebran el Día del Montonero debido a que en ese fecha, en 1970, una emboscada de la policía durante una reunión del grupo guerrillero en un bar de la provincia de Buenos Aires terminó con dos de sus fundadores muertos, Fernando Abal Medina y Carlos Ramus.

Pero fue también un 7 de septiembre, pero de 1974, cuando Montoneros anunció la vuelta a la clandestinidad, pero ya en plena democracia y con un gobierno peronista en el poder, dos meses después de la muerte de Juan Domingo Perón.

La contradicción está a la vista: en la última sesión del Concejo Deliberante, cuando Johannesen pronunció sus palabras, se estaba debatiendo la resolución de repudio al intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Se suponía que los argumentos iban a cuestionar la violencia política, no reivindicarla. Cualquiera podría decir que Montoneros se creó para resistir a una dictadura, pero también, como se dijo, fue un grupo que escupió a la democracia cuando no le gustó el destino que había tomado el gobierno que ellos mismos habían ayudado a llegar al poder.

Varias organizaciones kirchneristas nunca renunciaron a homenajear a Ramus y Abal Medina, que fue el tío de uno de sus jefes de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. Una de ellas es la Corriente Nacional Martín Fierro, a la que adhiere Johannesen, que se define como “anticapitalista”. Es parte de esa histérica contradicción en la que están inmersos los que al mismo tiempo reivindican al peronismo, pero reniegan del capitalismo.

No es necesario ser un sabio para entender esa contradicción. Mientras Johannesen critica al capitalismo, maneja un Audi A3 que dejó de estacionar en el garaje del Concejo Deliberante cuando el viceintendente Guillermo Galván lo hizo público. ¿Le da vergüenza ser transparente? Mientras Johannesen se autodefine como peronista, el propio Perón le dio la espalda a Montoneros el 1 de mayo de 1974, en la Plaza de Mayo, cuando los trató de “imberbes” y “estúpidos”.

La pregunta es qué hará en el futuro el PJ riojano con Johannesen. Avalar su reelección sería, al mismo tiempo, respaldar su defensa de la lucha armada. Porque, está claro, es un dirigente que aportó militancia, pero no dejó su huella en el Concejo Deliberante. No tuvo un sólo proyecto de peso.

Basta con repasar su actuación. Algunos lo recuerdan por haber sido quien propuso la maniobra que permitió proteger a Freddy Herrera Gómez, denunciado por violencia de género, para estafar al electorado y permitir que el concejal se pase de Juntos por La Rioja al Frente de Todos. Al mismo tiempo, guardó silencio sobre el escandaloso negocio del estacionamiento medido en la capital provincial. Es el típico político maquiavélico que justifica la miseria propia en la miseria ajena.

Basta con repasar qué hizo en la última sesión para ver que su sueldo es un derroche de dinero público. En su cuenta de Twitter celebró sus proyectos: un pedido para que instalen semáforos en una esquina (algo que no va a ocurrir, porque son decisiones que toma el Ejecutivo municipal) y una iniciativa para declarar a septiembre como el Mes de las Juventudes. Eso todo. Puro humo. Es una suerte de ñoqui VIP. Es la representación viva de esa canción de La Polla Records, que al hablar del contrato social, reza con ironía “todos en el mismo carro, ellos arriba y nosotros, abajo”. Johannesen, naturalmente, va arriba del carro, con los privilegiados.

A pesar de que su aporte a la mejora de la vida de los capitalinos es insignificante, el miércoles a la mañana, antes de la sesión, apenas estuvieron depositados los sueldos de los empleados del Concejo Deliberante, se apresuró a ir al Banco Rioja a cobrar su salario, bastante mayor que una jubilación mínima. Este medio no pudo corroborar si efectivamente recibe un jugoso sobresueldo, como se rumorea desde hace tiempo que cobran los concejales peronistas.

Lo cierto es que el PJ riojano ahora tiene un dilema: ¿aceptar a un violento o reemplazarlo por algún dirigente que respete la democracia? Ofrecerá lealtad y militancia para tapar sus contradicciones. Y el silencio que hasta el momento guardó el peronismo es, quizás, una señal de que con eso bastará.