Aquel recordado 30 de marzo de 1983, no fue un día más para el deporte de La Rioja. Andino, ese recordado equipo del Barrio Matadero comandado por Pedro Pablo «Pocho» Oliva, hizo vibrar a todo un pueblo luego de ganarle a uno de los equipos más poderosos del país. Este trabajo es parte del trabajo de investigación de Historias del Futbol Riojano 1960-1990, de los profesores Víctor Contreras y Michel Páez.

“A este triunfo lo veníamos buscando de hace rato. Ahora se nos dio y frente a un grande como River. Yo nunca me lesione seriamente como le paso a Manuel. Hace 12 años que juego en Andino y nunca salí con una lesión grave. Ahora sé lo que es estar lesionado y que a uno le trabaje la cabeza. Psíquicamente uno se siente mal, aunque haya sanado la lesión. Manuel, con este golazo que hizo hoy, va a volver a ser el Manuel Gaitán que todos esperamos y queremos”.

Felipe “Cucharon” Reynoso

El “TOTO” Gaitán se retiró a los 44 años, casi al final del siglo pasado. Una vida regalándonos goles y su futbol.

Su infancia la vivió en los potreros del “Jardín Residencial”. Un barrio en la orilla este, de aquella “ciudad aldea”, que tenía muchas necesidades. Estaba separado del “Matadero” -además de los colores futbolísticos-, por aquella ruta por donde se iba o regresaba del “aeródromo”.

Un domingo de invierno de 1972, los vecinos –cansados de reclamar por viviendas dignas-, salieron a córtale el paso a Francisco “Paco” Manrique. Aquel funcionario nacional que había prometido- como la provincia- solucionar la grave situación habitacional de muchos vecinos. Ese territorio, cuna de talentos, también “corría y peleaba el partido” cuando la necesidad colectiva lo reclamaba.

Además del potrero, Manuel Camilo y sus amigos, también jugaban en el “piso”. En aquellos grandes campeonatos de “Baby” en los clubes, Amancay, Rioja Juniors o Estudiantes, entre otros. En Amancay, entre fines del 69 e inicios del 70, se jugó un campeonato de verano. Esos días, El Independiente resaltaba la capacidad goleadora de un niño del Jardín Residencial. Integraba uno de los mejores equipos infantiles del momento, junto al gran equipo de Facundo de los hermanos Vega, el “Monito” Zarate y otros talentosos más. También, aquel Independiente de esos años.

Aquel futbol “en el piso”, fue una verdadera escuela –junto al potrero- de nuestros jugadores. “Marear, cubrir y tocar de primera. Todo lo aprendí en la pista del club. En Estudiantes.”, contaba Francisco Tagliaferri, también sobre aquella infancia, contemporánea al “Toto” y de tantos jugadores.

“Cuando era niño, mi mama era la que me llevaba a la cancha. Siempre íbamos y por ahí, mis hermanos, jugaban enfrentados para Defensores, Unión o Andino. Ella hacia fuerza por todos (risas)”. Más cerca, en Vargas o para la “Oficial”, Justina debía ver jugar a sus hijos. “Calila”, Nicolás (el “Negro”) y Adán, los hermanos -talentosos- del “shulco” Manuel Camilo. Una familia, marca registrada de nuestro futbol.

El último partido del “Toto” fue en la temporada 98. Serian veintitrés años de futbol, desde su debut en Américo Tesorieri. Fue en la temporada -y el país- de 1976. Con 20 años, hacia el servicio militar en el Regimiento. Y, en ese tiempo, se sabía que por “superioridad militar”, un “colimba”, además de “correr-limpiar y barrer”, si tenía condiciones futbolísticas, debía jugar en “Tesho”.

Esa temporada, jugó muy pocos partidos. La mayoría de las veces, fue reemplazado o entro desde el banco. En las crónicas periodísticas de ese campeonato ganado –de punta a punta- por Rioja Juniors, el «Toto», pasó inadvertido.

Su “explosión” futbolística, empezaría muy pronto. En la temporada siguiente con Andino. Desde allí, el “Toto” empezará un camino consagratorio en nuestro futbol. Número nueve y goleador para el primer tricampeonato de la historia del club ( en 1957 fue el primer ,y único, titulo de su historia). Comenzó con el titulo del 77. Siguió con el del 78, jugando con sus hermanos Adán y Nicolás – arrebatado increíblemente al “Expreso de Pango» en las tres últimas fechas-. Y el de 1979, que le da paso a ese Regional consagratorio de 1980. Ese que hará de Andino un “equipo nacional”. El salto, histórico, de un humilde club de barrio, a ser conocido y respetado en el país futbolístico de aquellos años. Y, también, lo que llevaría a dirigentes de Estudiantes a buscar a Manuel Camilo Gaitán, para La Plata. Era julio de 1980.

“¿Usted, quiere jugar en Estudiantes de La Plata?”, le dijo –serio-, el “Piojo” José Yudica al “Toto”, que había llegado apurado al Hall de ese lujoso Hotel Plaza. Hacía, apenas una hora terminaba de hacerle tres goles a Estudiantes de Olavarria. Estaba junto a sus compañeros en el club, cuando le avisaron que tenía que ir, urgente, hasta el centro para ver a gente de Estudiantes de La Plata. Los dirigentes platenses lo habían estado observando esa tarde.

Poco tiempo después cuando, de a poco, empezaba a jugar en aquel equipo “Pincha”, en la cuarta fecha del Nacional, tuvo la mala suerte -y peor intención- de Carlos Otaola, jugador de Gimnasia de Jujuy. En una jugada en mitad de la cancha, una artera patada desde atrás, fue suficiente para producirle doble fractura de tibia y peroné en su pierna derecha.

Patricio Hernández, crack, jugador de aquel Estudiantes -y de Selección Nacional-, recuerda:

“Me acuerdo muy bien aquella vez cuando, jugando en nuestra cancha lo fracturan a Camilo. Fue en la mitad de la cancha. Esa vez yo hice tres goles y creo que me expulsaron después de esa jugada contra él. Estaba mal. Ganamos 4 a 0 pero todos nos quedamos y nos fuimos muy tristes por lo que le había pasado a Manuel. Yo me entendía muy bien con él. Tenia la gambeta y el desparpajo del potrero. Manuel, se adaptó muy bien y era un gran compañero y persona”. Apenas iban cuatro fechas de aquel Nacional de 1980. Una operación con 28 puntos, una placa de platino y una recuperación de meses. Para la medicina de esos años, una durísima lesión. Seria, casi el final de aquella esperanza, futbolística y de vida, en el futbol grande.

Manuel, fue una vida regalándonos su futbol y goles. Y, para todos los gustos. Desparramando defensores a pura gambeta y talento y de “puntudo” en el tiro libre–de “una uña parada” decía Carlitos Godoy en Santa Justina-. Bien fuerte para que pase sobre la barrera y baje como un cuchillazo seco “al fondo de las mallas”, como decía Ramón Atilio Nieto en LV14. Recuerdo uno clarito. El de aquella tarde, al “Gato” Rodríguez –se quedó parado- en el arco sur del Estadio, con la 9 de Unión, contra Alianza de San Juan, en aquel “nuevo Torneo del Interior” del 86. “¡Esta inspirado Manuel, está inspirado!, dijo Domingo Godoy agarrándose la cabeza, en una tribuna este, repleta. Un golazo.

Pero hay un GOL que está en el alma del pueblo riojano. Ese de aquella noche en Vargas. A Gabriel Puentedura, arquero de River Plate – suplente del “Pato”, que no vino-. El gol del miércoles del 30 de marzo de 1983, para el triunfo más celebrado de nuestra historia. Tanto, que hasta la vecina Catamarca -con los refuerzos Juárez, Diaz y Echeverria- lo grito con sus 500 hinchas en la tribuna norte. Como en un cuento, aquel gol hizo –por una noche- dejar de ser la cenicienta del país. Aquella noche su pueblo, cumplió un viejo sueño de su inconsciente colectivo.

En ese pasado “reciente” del siglo XIX, con los asesinatos de Facundo, el Chacho y la derrota en el Pozo de Vargas, este pueblo pasará a ser tierra arrasada. Se le infligirá un castigo proporcional a la osadía igualitaria y rebelde de su gente más pobre. Castigo militar y político en lo inmediato y profundamente cultural –y “ejemplificador”- en el largo plazo. La sistemática construcción de la resignación y el fatalismo como cultura. Como “naturaleza” del ser riojano. Como continuidad histórica del “no se puede” y del “y, siempre fue así”, metidos en el cuerpo social. Ese que llega vivo, y recreado, hasta nuestros días.

Por eso aquel gol – y triunfo- fue mucho más que un acontecimiento “histórico deportivo”. A su modo, fue una vuelta a la mejor tradición cultural de este pueblo. Aquella, que resistió desde la dignidad. Esa que aun, desde la derrota y esa pobreza provocada, se levantó y jugó.

Un gol “testigo” de que el talento, sacrifico e inteligencia, se potencian cuando -más o menos- se “emparejan” ciertas condiciones deportivas y materiales.

Después de cuatro meses compitiendo en un Regional, se pasaba a un nuevo mes, entrenando y “viviendo” como profesional para el “Nacional”. Entrenando doble turno. Una dieta mejorada, con vitaminas que se tomaban después de tres horas de entrenamiento –lo recuerdo, naranja, en grandes latones en el piso del césped del Estadio-. Una mejora en el ingreso económico. Todo hacia un jugador, y su familia, mejor contenidos en todo. Entrenar, pensar y concentrarse, solamente, en el futbol. Por esto, entre otras cosas, Andino compitió de igual a igual contra rivales profesionales. Ninguno lo apabullo futbolística ni físicamente. No se le achico, ni especulo con nadie. De local, además del triunfo ante River, no mereció perder los otros dos partidos. Lo reconoció el propio Roberto Saporiti -DT de Loma Negra, al que Andino peloteo intensamente en el primer tiempo-. Al final, por resto, fue victoria del cotizado “seleccionado” de Loma Negra por 2 a 0.

Aunque aún hoy, algunos periodistas, señalan que aquel triunfo fue ante “el peor River de la historia”. Desde su «centralismo», le bajan el precio a una legitima victoria de Andino. Fillol, García, Olarticoechea, Merlo, Gallego, Tapia, medio equipo con jugadores de selección –pasado y futuro-. Y un equipo, que por días no tuvo a Enzo Francescoli. Grande que, 28 años después, descendería al “infierno”, y todavía hoy siguen sosteniendo eso.

“Nos ganaron bien. La cancha era anchísima, muy grande y tenían unos chiquititos que eran muy veloces”, recuerda el “Negro” Nieto, que junto a Giudice, Olarticoechea y García no pudieron parar a un velocísimo Oscar Vaporaki –una de las figuras de esa noche-.

La crónica de El Independiente sobre aquella noche, decía:

“A la cuota de futbol que había expresado ante Loma Negra, se le agrego anoche la agresividad ofensiva alcanzada con la vuelta de Oscar Vaporaki (uno de los artífices de la victoria) y Manuel Camilo Gaitán (…). Ya a los tres minutos, Vaporaki le gano por primera vez a García tras una buena jugada con Cortez y sorprendido enfrento a Puentedura, (…). River fue un mosaico de individualidades y sus posibilidades ofensivas se reducían a la búsqueda de media distancia. (…) Andino era futbolísticamente superior ante un River que no sabía dónde estaba parado. Ello se plasmó en el marcador a los 21, cuando La Rioja toda exploto de júbilo. Fue un contragolpe, Vaporaki toco para Gaitan y este al medio cuando salía Puentedura. Por el andarivel izquierdo y en diagonal llegaba Echeverría para anidar el esférico en las mallas.

River intento una recuperación. Los hombres del medio de Andino, como Alfredo Mercado y Victor Palomba no podían trajinar con la libertad que lo venían haciendo. Allí, apareció el mejor momento de River. Sobre los 35, Bica exploto un claro y saco un centro pasado para Trossero que cabeceo cambiándole el palo a la estirada del catamarqueño Juárez. Fue solo un mal momento. Andino con temple, corazón y buen futbol retomo prontamente el control de las acciones y en el último minuto del primer tiempo sirvió para que Manuel Gaitan iniciara su dialogo con la red, (luego de una magnifica jugada de Vaporaki), y conquistara lo que a la postre sería una gran victoria “rojinegra”

“Puchero” Varacka sorprendido y apremiado por las circunstancias, se decidió en el entretiempo por el ingreso de Zuttion por Messina y Gallego por “Mostaza” Merlo que había perdido lejos el duelo con el “Cabesha” Mercado. Nada aporto ni el primero ni el campeón del mundo”. (…) Asimismo sobre los minutos finales una buena dosis de suerte acompaño a la lucha de los locales. Dos remates se estrellaron en los postes (Zuttion y Trossero), acompañando la fiesta que al final fue completa”.

La imagen final del “Toto”, es de esas películas de “campeones del mundo”. Terminado el partido, algunos entran a la cancha para abrazar a los jugadores. Giudice y otros jugadores de River se retiran con lágrimas en los ojos. Alguien corre hacia el “Toto” y lo levanta sobre sus hombros. Casi al final de ese día, aquella noche el estadio tiene la música “maravillosa” de la felicidad. “Los Rebeldes”, eufóricos, se hacen señas y largan, una vez más con la Marcha:

“Sangre y Luto son los colores de este Nacional, Matadero toda La Rioja te viene a ver ganar (…) y con el Toto lo vamos a pasear”, canta el “León” Nieto con todo el estadio. Esos músicos que pusieron sensibilidad y poesía popular al futbol.

El “Toto” va saliendo de la cancha sobre los hombros de aquel hincha. Es “Lucho” Peralta quien lo alza para esa foto. El “Toto” va con lágrimas en sus ojos. Un montón de imágenes pasan por su mente. La de algunos partidos que no le salieron bien las cosas. También, la de aquella lesión en La Plata. Esa que lo dejo sin Estudiantes -y sin trabajo-. Esa que casi lo retira, definitivamente, del futbol. Por eso cuando volvió de La Plata para las fiestas del 81, se puso a laburar como albañil en la construcción del hospital. Por eso, también aquellas lágrimas.

Desde aquella noche “Lucho” Peralta no lo lleva, mas, solo. Por los barrios del pueblo, se sabe que al “Toto” Gaitán lo lleva en andas la Historia.

También fueron parte fundamental de este triunfo:

Raúl Juárez; Ramón Díaz, Fernando Mercado, Mario Cuello y Juan Domingo Pereyra; Cortez, Alfredo Mercado y Victor Palomba; Oscar Vaporaki, Manuel Gaitan, Omar Echeverría y Felipe Reynoso. También todos los integrantes de aquel gran equipo: Pedro Domínguez, “Rudy” Ávila, Fernando Maza (arqueros), Ramón Vázquez, Eduardo «Ojito» Mercado, Julio Ogas, Juan de Dios Asís, Manuel Robledo, Maldonado, Armando Quinteros, Julio «Canelutti» Herrera, «Cordero» Fernandez, Juan Gilberto Bertole, Carlos Goyochea. DT: Pedro Pablo «Pocho» Oliva, PF: Guillermo Megias,, Medico: Castro, Aguatero-ayudante de campo: Manuel «Viejo los Perros» Diaz, Masajista: Carlos Torres.

Para el final, algunos testimonios que muestran el significado histórico de aquel triunfo.

“Para mi es una alegría este triunfo. En primer lugar, por haberle ganado al equipo del que soy hincha. Y, en segundo lugar, de mostrarle a esta gente de que un equipo de provincia puede ganarles”.

Juan Domingo “Chichi” Pereyra

“Es lo máximo que puede pedir un jugador riojano. Ganarle a River y con estas tribunas. Siento una gran emoción” Oscar Vaporaki.

Fuente: Tiempo Popular