Pese a que el año pasado la organización despertó un aluvión de críticas, el gobierno de La Rioja volvió a ordenar una jura masiva de la bandera en el Superdomo para todos los alumnos de cuarto grado de la provincia, incluido los del interior, que tuvieron que permanecer parados frente a una cámara y una pantalla para participar de manera virtual el acto. Muchos padres ni siquiera pudieron ver a sus hijos.
Los problemas empezaron desde temprano, cuando varias escuelas se enteraron que la comunicación que había partido desde el Ministerio de Educación sobre los lugares de ingreso al Superdomo estaba mal. Ejemplo: les dijeron que tenían que presentarse en la puerta norte, pero debían ubicarse en el acceso sur.
Desde la cartera que conduce Ariel Martínez habían sugerido que los niños lleguen 13.30 horas, porque el acto comenzaría una hora más tarde, pero luego el gobierno hizo circular un flyer que indicaba que el evento empezaba a las 15 horas. Con el termómetro como principal enemigo, muchas escuelas les dijeron a sus alumnos que lleguen a las 14 ó 14.30. Hacía mucho frío.
Los problemas de información del Ministerio de Educación retrasaron los planes de muchos padres que habían llegado temprano para conseguir una buena ubicación y alrededor de las 14.45 horas se hizo un embotellamiento dentro del acceso norte, que fue el único habilitado para las familias.
Como las gradas no tardaron en llenarse, las personas comenzaron a aglomerarse en los pasillos y barandas, lo que demoró todavía más el ingreso de los padres, que entraron despacio, a paso de tortuga, como si fueran ganado. EL FEDERAL ONLINE fue testigo de lo que ocurrió. Hubo incluso intercambios verbales con algunos “Chalecos rojos”, que pedían calma, lo que hacía poner más nerviosos a los asistentes.
Algunas frases que se escucharon: “Nos tratan como delincuentes, pero sólo queremos ver a nuestros hijos”, “esto es todo política”, “usan a los niños”, “es una falta de respeto”, “hay que votar mejor”.
Una vez ubicados en los asientos, sentados en los pasillos o parados sobre la baranda en primera, segunda y hasta tercera fila, la mayoría de los padres se dieron cuenta con que, en el mejor de los casos, veían a sus hijos de lejos. Muchos ni siquiera pudieron mirarlos en el momento de la jura, porque quedaron arriba de ellos. Fue un grosero error de organización, porque incluso quedaron muchísimas sillas vacías sobre el piso vinílico.
Luego vino el acto. Primero, un discurso cargado de lugares comunes de un Ariel Martínez, que aburrió a los niños e incluyó una chupada de medias del gobernador. Después, unas escuetas palabras del propio Ricardo Quintela, lo que fue -quizás- la única buena decisión de la jornada: que hable poco y no diga nada con contenido político.
La jura sí es emocionante. Eso es innegable. Que la mala organización no opaque el contenido del acto. Pero la pregunta es si valió la pena o es preferible que los niños juren a la bandera cerca de sus familias, como se hizo históricamente, para que los padres puedan mirarlos y sentirse orgullos. O, en su defecto, darles a las escuelas la libertad de elegir.
A la salida miles de personas se aglomeraron alrededor de un camión que entregó chocolate caliente y facturas. Fue rápido, pero caótico.
Más tarde, en los chats de padres se hicieron sentir algunas críticas. Todos los papás con los que conversó EL FEDERAL ONLINE, sin excepción, coincidieron en que fue un acto completamente innecesario. “Circo”, “show” y “estupides”, fueron algunas de las descripciones.
Y entonces hay una reflexión necesaria final: si acaso todo este evento impopular no le hizo un favor a Martín Menem, que cuando el gobierno provincial erra, permanece en silencio y mira como su intención de voto crece sin decir ni una sola palabra.