Efectivamente, el precio de las carnes se fue a las nubes en marzo. El rubro fue el que más aumentó en el mes, con un alza promedio del 13,3 por ciento, pero con dos productos que se dispararon del resto.
Por un lado, el pollo –tradicional sustituto de la carne de vaca– que en los últimos días de marzo comenzó a acumular subas que a nivel mayorista superaron el 60 por ciento, y que al público rondaron el 50 por ciento.
Así, el kilo de pollo fresco en los súper e hipermercados ya se vende a 600 pesos por kilo, lejos de los 400 que costaba en febrero. La pechuga, tradicionalmente utilizada para hacer milanesas, fue lo que más subió, llegando a los 1.800 pesos.
Una sumatoria de factores, entre los que se destacan la sequía y la gripe aviar, restringió fuertemente la oferta de pollos en el mercado local, presionado a la suba su precio. Los referentes del sector avícola estiman que los incrementos de las últimas dos semanas podrían consolidarse incluso algo más arriba.
“Los aumentos de precios han seguido a la orden del día en marzo, entre los que se destacan la suba del pollo en los últimos 10 días, con más del 40 por ciento, y el azúcar que tuvo un ajuste de casi 35 puntos porcentuales en el mes”, explicó Víctor Palpacelli, presidente de la Cámara de Supermercados y Autoservicios (Casac).
Los huevos también sufrieron fuertes incrementos, del orden del 25 por ciento, para que la docena de color se ubique en torno a los 630 pesos.
Por otro lado, la carne de vaca, que ya había experimentado una fuerte suba en febrero, en marzo continuó con su carrera ascendente, y se encareció en torno al 10 por ciento. Sólo la tira de asado incluida en el programa Precios Justos permitió que la categoría no se ajustara aún más a la suba.
Los cortes más caros, como el lomo y el peceto de ternera, ya superaron los tres mil pesos por kilo en las góndolas de las grandes superficies cordobesas.
“Los incrementos de la carne y el pollo en los últimos dos meses han sido un mazazo al bolsillo, lo que repercutió de lleno en el consumo. Hay categorías de productos cuya demanda se ha desplomado en los últimos meses”, dijo por su parte Vanesa Ruiz, gerenta de la entidad que nuclea a los pequeños y medianos almacenes de barrio.
LAS FRUTAS, IMPOSIBLES
El otro rubro que registró subas muy importantes en marzo es el de las frutas y las verduras: en promedio, del 10,8 por ciento.
Pero fueron particularmente las frutas las que encabezaron los aumentos. La naranja, tradicionalmente un producto económico, subió casi el 90 por ciento, para venderse por arriba de los 700 pesos el kilo.
La sequía de los últimos años impactó sobre la zona productiva y elevó los precios, al punto que hoy se están importando naranjas desde España. Los puesteros del Mercado de Abasto dicen que en las próximas semanas comenzarán a entrar naranjas de la nueva temporada, lo que haría bajar el precio.
La banana fue la otra fruta con alzas importantes, del 25,7 por ciento en el mes, ubicándose en los 490 pesos por kilo. Sólo la manzana mostró bajas de precio en marzo, aunque en rigor es difícil conseguir cualquier fruta por menos de 500 o 600 pesos el kilo.
Entre las verduras, bajaron la papa y la cebolla, pero subieron el tomate (casi 600 pesos el kilo) y sobre todo las verduras de hoja, como la lechuga y la acelga.
AZÚCAR EN ALZA
Los productos empaquetados de almacén tuvieron un incremento promedio del 7,4 por ciento el mes anterior, con subas generalizadas, aunque también con algunas leves bajas.
El azúcar, que ya venía mostrando aumentos firmes desde fines del año pasado, en marzo volvió a encarecerse, esta vez casi 13 puntos porcentuales, para quedar en torno a 290 pesos por kilo.
Lo mismo pasó con el pan y los derivados de la harina, como los fideos, que registraron subas por arriba del 10 por ciento. Las galletitas dulces, muy demandadas por los chicos para las meriendas del colegio, están carísimas: los paquetes cuestan más de 200 pesos cada uno.
También volvieron a subir el puré de tomates y el café, tanto en sus versiones instantáneas como de filtro.
Por suerte, se observaron bajas en las harinas y la yerba, e incluso en el aceite de girasol, producto este último que sigue mostrando una fuerte dispersión de precios según la marca y el establecimiento de venta.