Hace 20 años, después de una enconada resistencia del entonces presidente, el Estado argentino remató la Ferrari 348-TB roja que le había regalado el empresario italiano Massimo del Lago, que buscaba obtener la concesión de una autopista. En 1998 hasta la manejó Michael Schumacher.
Cuando el bólido rojo estacionó en Pinamar, los periodistas rodearon a su conductor. El presidente Carlos Saúl Menem sonreía exultante, después de haber recorrido en apenas dos horas – a una velocidad cercana a los 200 kilómetros y sin pagar los peajes – la distancia que separa a la Quinta de Olivos del balneario en la costa atlántica.
El auto rojo era una Ferrari 348-TB (aunque más de un diario se equivocó y publicó que se trataba del más famoso de los modelos de la fábrica de Maranello, la “Testarossa”) que le habían regalado unos días antes y el riojano, cuya pasión por los “fierros” era pública y notoria, no había esperado para probarla apretando el acelerador a fondo.
-¿Es cierto que viajó a 190 kilómetros por hora, violando la velocidad máxima? – le preguntó uno de los periodistas.
-Sí, es verdad, pero yo soy el presidente – le respondió Menem, con desparpajo y sin perder la sonrisa.
La segunda pregunta lo incomodó:
-Presidente, la Ferrari es un regalo que le hicieron como jefe de Estado, ¿no debería donarla para ponerla a la venta?
-La Ferrari es mía, es mía. Me la donaron a mí, yo no veo por qué la debo donar – contestó enojado, dando por primera vez una respuesta que repetiría muchas veces en los días siguientes.
Tanto que la frase “La Feyari es mía, mía” se haría famosa y serviría para gags en los que se la repetiría imitando la típica tonada riojana del presidente.PlayLa llegada de Carlos Menem con su Ferrari a Pinamar en dos horas
La máquina perfecta e irritante
El presidente estaba enamorado del auto, lo consideraba una máquina perfecta. Tenía un motor 3.4 V8 con 32 válvulas en total y una potencia total de 300 CV de fuerza. Con tracción trasera y caja manual de cinco velocidades, alcanzaba una velocidad máxima de 275 kilómetros por hora y lograba acelerar de 0 a 100 km/h en menos de seis segundos.
El estilo moderno y deportivo con faros ocultos, similar a otros modelos de la época, y un comportamiento excepcional, hacían de la Ferrari a 348-TB uno de los íconos de la época.
Los titulares de los diarios del 3 de enero de 1991 –el día que Menem llegó a Pinamar- mostraban que la economía argentina andaba realmente mal. La noticia más importante del día era queel costo de vida durante el año anterior había aumentado el 1343,9% y que el dólar había subido un 192% en esos 12 meses. Mientras tanto, la petrolera estatal YPF daba otro golpe a los bolsillos de la población y anunciaba que aumentaría el precio de la nafta para equipararlo con el de las privadas.
En ese contexto, la actitud de Menem y la ostentación que hacía del veloz regalo, irritaba más que divertir, y por eso la pregunta había terminado incomodándolo.
La Ferrari fue suya apenas unos meses y finalmente el Estado la ofreció en remate los primeros días de diciembre de 1991, hace exactamente veinte años.
El regalo sospechoso
Carlos Menem había recibido el auto como “una atención” del empresario italiano Massimo del Lago. Era un obsequio realmente costoso, porque a valor de mercado la 348-TB se vendía a U$S120.000. Dólares, claro, cuya cotización había aumentado casi el 200% el año anterior.
Además, la oposición –y muchos sectores dentro del propio justicialismo– ponían en tela de juicio las intenciones del empresario generoso. Por esos días, Massimo del Lago estaba haciendo gestiones para conseguir la construcción – y la posterior concesión – de una autopista en el Partido de Morón, que uniría esa ciudad con la Capital Federal.
La concesión de autopistas era para entonces uno de los tantos negocios que el menemismo hacía desde el Estado.
El mismo día que el presidente llegó a Pinamar a bordo de la Ferrari, el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Antonio Cafiero – opositor interno de Menem y su rival en las últimas internas presidenciales del peronismo -, había pedido públicamente que se anulara la preadjudicación de los accesos a la Capital, porque estaban “viciados de nulidad” y perjudicaba a los usuarios.
A la Ferrari regalada todos le miraban los dientes. La oposición calificaba al obsequio como una verdadera coima para conseguir la concesión y también argumentaba que Menem se había apropiado del auto, aprovechando su condición de presidente. En otras palabras, que había tomado como un regalo personal a un bien que debía ser propiedad del Estado nacional.
El escándalo, potenciado por el viaje de Menem a Pinamar violando a velocidad de relámpago las normas de tránsito, obligaría al presidente a desprenderse de su preciada “Feyari” para que el Estado la pusiera a remate.
El episodio también fue el punto de partida para que el Congreso decidiera legislar sobre los regalos que se les hacían a los funcionarios, incluido el presidente. De allí nació la Ley 25.188, de “Ética en el ejercicio de la función pública”, por la cual se estableció que los obsequios recibidos por los jefes de gobierno en sus funciones pasarían al patrimonio del Estado.
Un bólido de remate
Menem – no sin resistir hasta el final – terminó dejando la Ferrari en manos del Estado, que intentó rematarla por primera vez a mediados de 1991 a través de una subasta pública que realizaría en Banco Ciudad, pero la convocatoria fracasó porque no se presentó ningún oferente.
El segundo remate se realizó a principios de diciembre de ese mismo año, a través del mismo mecanismo, y esa vez sí hubo ofertas. Uno de quienes pujaron por quedarse con el auto fue el mediático Jacobo Winograd, pero se quedó corto a la hora de ofrecer.
La mejor oferta la hicieron tres socios de Chivilcoy -entre ellos Jacinto Corrado, ex técnico del Club Huracán de esa ciudad – con la intención de hacer un negocio. Organizaron una costosa rifa para sortear la Ferrari, pero el costo para participar resultó tan alto que el emprendimiento fracasó.
La vendieron a fin de año y los nuevos compradores también la utilizaron como premio de un sorteo.
La Ferrari en un Tetrapak
El segundo comprador de la Ferrari de Menem – como se la llamaba siempre – fue un empresario vitivinícola de San Rafael, Mendoza, propietario de Bodegas y Viñedos Garbín. No la compró para manejarla sino para utilizarla en una campaña promocional de uno de los vinos que producía, el “Pico de oro” en caja.
En la primera mitad de la década de los ‘90 los vinos más consumidos en la Argentina se vendían en damajuana o en Tetrapak, la famosa cajita. Pico de oro era una de las marcas más vendidas pero la empresa decidió hacer el sorteo de la Ferrari para llevarla al primer lugar.
Durante casi un año, la Ferrari recorrió el país promocionando la marca. Detrás del bólido rojo iba una caravana de camionetas ploteadas que vendían allí mismo las cajas. Junto con el vino, los promotores entregaban un cupón que el comprador tenía que llenar con sus datos y depositarlo en una urna. Por cada caja, un cupón. Lo mismo hacían en todo el país los almaceneros y los supermercados.
La campaña fue un éxito: durante los 12 meses que duró la promoción, las ventas del vino crecieron un 10 %.
El ganador del sorteo – realizado a fines de 1996 – fue Carlos Villalba, vecino de un monoblock de Ciudad Evita, en el Partido de La Matanza, que lo puso rápidamente en venta en los clasificados de un diario. El precio: 100.000 dólares.
El día que la usó Schumacher
Herminio Cimino, un empresario de origen italiano que tenía una fábrica metalúrgica en Ramos Mejía, puso un billete verde sobre otro y se llevó la Ferrari roja. El hombre, un verdadero fanático de “los fierros” la tuvo durante diez años y le sacó el jugo.
Al volante de la 348-TB roja participó una carrera de autos de lujo en San Isidro, pero su mayor lujo fue prestársela al campeón mundial de automovilismo Michael Schumacher.
Ocurrió casi por casualidad. En enero de 1998 Cimino fue invitado a dar una vuelta con su Ferrari por el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires. Fue en los días previos a la realización del que sería el último Gran Premio de Fórmula 1 que se disputó en la Argentina.
Con Cimino al volante, la Ferrari desfiló por la pista junto con otros autos especiales mientras los pilotos de Fórmula 1 estaban en los boxes. Cuando Schumacher vio la 348-TB esperó que terminara de dar la vuelta y le pidió a Cimino que le permitiera probarla.
El empresario no sólo le cedió el volante al piloto sino que le dijo en su italiano natal:
-Después de manejar este auto vas a ganar la carrera.
Así fue.
En 2006 Cimino le vendió la Ferrari a Juan Nápoli, actual presidente del Banco de Valores, quien a su vez se la vendió en 2013 al ex presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) Héctor Méndez, que la conservó hasta 2015. Los dueños actuales del bólido rojo son los empresarios Dahian Rochini.
Para el último cumpleaños de su padre, Zulemita le hizo una torta con figuras de mazapán que representaban a Carlos Menem, la Ferrari y un cartel vial que decía Anillaco.
La última “Feyari” de Menem
Carlos Menem tardó en superar el disgusto que le provocó desprenderse de su “Feyari”. Hasta los últimos días de su vida recordó aquel meteórico viaje de Buenos Aires a Pinamar, cuando pisó el acelerador hasta llevarla a los 200 kilómetros por hora.
Tanto es así que el 2 de julio de 2020, cuando el ex presidente cumplió 90 años, Zulemita le hizo preparar una torta decorada con figuras de mazapán. Sobre la torta se podía ver una copia idéntica de la Ferrari con un Menem de mazapan una mano en su techo. La escena la completaban una velita, el número noventa y un cartel rutero con la leyenda “Anillaco”.
Fue el último cumpleaños de Menem. Murió el domingo 14 de febrero de este año.
Infobae